martes, 29 de diciembre de 2009

Buenos Propósitos

Es por esto que celebrábamos, ¿te acuerdas?
Mirar atrás algunas veces y echar cuentas,
Repaso ahora, porque toca, la pasada Nochevieja:
Preparé la cena a un alemán, pelé las uvas.
Depués, propuse escuchar música y un brindis,
Él sugirió hacer el amor.
Yo escogí el vino.

La Nochevieja pasada recordé la antepasada,
Como en un juego de espejos, en abismo;
Aún joven y aun niña: yo misma
Suspendidos los instantes, congelados en hilera.
Las comidas se suceden,
Las digiero indistinguibles,
Aunque ha cambiado todo porque yo ya no soy ésa.

Celebraré dos mudanzas,
Un año más y un diente menos,
Doce menstruaciones, cuatro amantes.
Borracheras, lavadoras, desengaños, desayunos...
Lágimas y otro hombre.

*EL*AÑO*QUE*VIENE*
Cambiaré las ciudades, me quitaré de la droga internáutica/comunicacional
Y otra cosa. Han de ser 3.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad

Seguiré haciendo listas cuando vuelva a la oficina (es decir, el Lunes, tampoco se vayan a creer). Me siento, contra todo pronóstico, embriagada por el ambiente, las tradiciones, la familia, los regalos y el cava con el que el jefe nos ha obsequiado. Gracias a todos aquelllos que visitáis mi blog, no sabéis lo feliz que me hace.

Feliz Navidad, amiguitos, que los dioses os bendigan.

martes, 22 de diciembre de 2009

lunes, 21 de diciembre de 2009

Algunos libros que me han gustado en 2009


Yo también me sumo a la corriente findeañera de hacer listas. Mencionar es omitir,sé que, de haberla escrito en otro momento, esta lista no sería la misma. Aún así, ahí van algunos de los libros que me han hecho feliz este año. El orden no significa nada.












jueves, 17 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad.


Hasta el mismo coño estaba ya de Skylab7, de sus quinientos habitantes (del 80%, como mínimo), de sus cervezas de mentira, del módulo enano en el que vivía, de la puta italiana que vivía conmigo, de los sucios estudiantes con los que me acostaba...
Como el turrón, vuelvo a casa por Navidad, a ver a mis amigos y con ganas de pasarlo bien después de seis meses en esta cochina estación donde el último bar cierra a medianoche y te encuentras cinco veces al día con la última persona a la que quieres ver.

¡Madre mía! ¿A que llego con resaca? Anoche celebramos una pequeña despedida, el drama ha sido mío para levantarme esta mañana. Ni siquiera he hecho la maleta. Meto cuatro cosas, dejo todo hecho una mierda, ya recogeré cuando vuelva. Si a Gaia le molesta, que limpie ella, la muy puerca. Es el lugar más siniestro, caro y frío en el que he vivido jamás. Sólo el pensar en los meses que me quedan por pasar aquí, me produce convulsiones.
Me despido de Paul. Me propone pasar la Nochevieja conmigo en Barcelona. Me gustaría, pero ¿dónde le meto? Como no se quede en casa de mis padres... En fin, ya veremos.

Por fin salgo. Conmigo viajan Àgathe y Hassan. Está claro que no tengo suerte. Intento ver una película, inocente de mí. Estos dos no paran de hablar de los interesantísimos proyectos que están a punto de llevar a cabo y de la experiencia apasionante que están viviendo. Al parecer, todo es la caña, en la opinión de este par y son incapaces de guardárselo para ellos mismos.

Llegamos a la Montpellier Base por la mañana. Ligero mareo. ¡Me resulta tan extraño volver a pisar la calle!

Àgathe sube a un tren, Hassan coge un avión. Yo no. Tengo que ir al parque de Les Arceux a buscar mi coche. Ni siquiera sé para qué lo he traído. Este coche debe tener cerca de seis meses, ¡animalico! Confío en que esperará a cumplir con su misión antes de jubilarse. Eso si logro dar con él.

Paro en una de esas estaciones de servicio, en cualquiera, si son todas iguales. El menú da un poco de asco. Mejor, desde que vivo en Skylab y a falta de otra ocupación más divertida, me he aficionadao a ir al restaurante. Es el único sitio en el que te puedes tomar una cerveza decente (no buena, sólo decente) y me preocupa que mis amigos noten que he engordado. Pero confiar en que se hayan quedado todos ciegos en este tiempo es esperar demasiado, ¿no? Bueno, pues me como la peor tortilla de patatas del Planeta. Eso, con una coca-cola light y un pastel es actualmente mi idea de un menú bajo en calorías.

Prosigo. Escucho a Serge Gainsbourgh, ¡qué retro! canto con él a lo Birkin rolliza.

No hay nadie en esperándome en casa y me alegro. No me acordaba de lo bien que se está con calefacción y bañera y canales de televisión. La cocina está repleta de comida, de comida DE VERDAD. No quiero mirar. Me estiro en el sofá. Pongo la tele. Joder, ¿cómo podía vivir sin tele? Creo que me dormiré, pero no lo consigo.

Llega mi hermano y yo vuelvoa la infancia, ¡pero es que este cabrón me quiere quitar el mando a distancia! ¡Por encima de mi cadáver! Quiero ver programas del corazón, ¡quiero ver Publicidad! ¿Qué le pasa a este? ¿No tiene calimochos que beber ni novias a las que morrear?
Ok. No sé cómo ha ocurrido, el enano de los cojones ha aprovechado un despiste y me ha arrebatado el mando. En la tele , dibujos animados, Me cago en la puta. ¡Esto también podía verlo en la Universidad!

Luego llegan mis padres: primero una, luego el otro. No tengo nada que contarles, ni ellos a mí tampoco, pero me echan la culpa. Hay que ver ¡lo siesa eres, hija!¿Qué? ¿qué? ¿ Qué esperan? ¿Que empiece ahora a contarles mi vida? ¿Y hasta cuándo me remonto?
Teléfono (gracias-gracias) "¡Rous! ¿Ya estás aquí? esta noche me toca trabajar, ¿por qué no te pasas? Vienen unos amigos míos de la Uni. Pásate y nos tomamos unas birrillas y me cuentas."...
Es Víctor, mi mejor amigo (tengo unas dos docenas de mejores amigos). Mientras he estado fuera, ha pillado el traslado de un bar musical, el “Berlusconi” (son poppies, qué le vamos a hacer) y afirma haber sentado la cabeza junto a su última novia. Si no lo veo, no lo creo.

Aunque estoy cansada y no me apetece, le digo que iré. Explícame tú si no, qué hago yo aquí toda la noche con mis padres.

Todo lo que tengo me queda horrible. Parezco una butifarra. En Skylab me daba un poco igual, pero ahora me agobia que me digan que me encuentran más gordita... Me da un ataque y me pongo a llorar. Llega corriendo mi madre, me dice que estoy guapísima, que antes estaba demasiado delgada... Traducción: pareces un león marino, pero no te lo digo porque no quiero que me cojas anorexia. Lo que yo quería oír es que es una paranoya mía: "estás loca, hija. No has engordado en absoluto".

En el “Berlusconi” me encuentro con Sergio que es amigo de mi amigo, iban juntos a la Universidad, o algo así... Hablamos, fumamos, bebemos y de repente.... ¡Oh, pobre corazón mío, asaetado, vuelve a palpitar! todo porque mis ojos se han cruzado con la criatura más perfecta de la Creación, ¿será esto, acaso, un sueño? A sólo unos cuantos pasos un hombre perfecto, de grandes ojos castaños, de gestos tiernos y elegantes, de impecable atavío...

El tiempo se ha detenido mientras clavo mis ojos en los tuyos tratando de atraer tu mirada, amor.
En vano. Aquel cuya atención trataba yo deseperadamente de captar estaba con un grupo de amigos y ni siquiera se dió cuenta de mi mirada de matar. ¿Tan horrible estoy? ¿Es que mi aumento de volumen me ha convertido, paradójicamente, en invisible?

-Víctor, Víctor ¿Quién es ese ¿ ¿Sabes algo de él? ¿Es soltero?- Pregunto sin poder reprimir unos saltitos que hacen que me tire media birra encima.
-¿Quién? ¿Pablo? Siempre está por aquí, es muy amigo de... Tírale la caña, se pondrá muy contento.
¿Pero cómo le voy a tirar la caña? Pienso mientras intento, sin éxito, secarme con servilletas de papel la caña que acabo de tirar sobre mí misma. ¡Servilletas de papel! ya os he dicho que son poppies. Deberían fusilar al que inventó esta mierda?

Víctor, no te has dado cuenta de que esto es amor verdadero, true love del bueno.... ¡Antes muerta que rechazada! Así que me limito a seguir mirándolo fijamente, con la esperanza de que , tarde o temprano, repare en mi presencia, se dirija a mí arrebatado y yo aproveche el momento para, con mi ingenio y elocuencia, tejer una telaraña de amor de la que no pueda escapar ya nunca jamás.

Por extraño que parezca, mi plan no tenía algún punto negro que aún ahora no puedo precisar, y nada de eso sucede. Mi galán se va sin haber reparado en mí y yo acabo la velada tras la barra elaborando atrevidas e innovadoras combinaciones alcohólicas con Víctor y Sergio. El bar se queda vacío.

Ayudamos a cerrar y Sergio nos invita a tomar la última en su casa. Por mí vale.
Aterrizo en el sofá y Víctor vuelve del baño para comprobar que Sergio ha ido a aterrizar justo encima de mí, ¡qué cosas! Se despide, el pobre. Protestamos: "no, hombre, quédate" pero tampoco nos ponemos muy pesados.

Sexo borracho, cochino, marrano. No sé muy bien ni lo que estoy haciendo. ¿Debería avisar en casa de que no voy a ir a dormir? Follamos a pelo. Yo dudo, pero no protesto. ¿Where is my mind?. Follamos mucho, me canso.

-Vámonos a la cama, a dormir. Se me está clavando el borde del sofá en toda la nalga. Déjame ya, en serio, estoy irritada.

Sergio no se ha corrido y parece no escucharme, Continúa y continúa y continúa hasta que se corre, dentro y ahora mismo no me acuerdo de si llevaba o no condón. Pero tengo tanto sueño que da igual.

-Antes de que me duerma, déjame que le envíe un sms a mi madre. Para avisarla de que no voy a dormir, es lo mínimo.

Pero queda pendiente. Tengo tanto sueño...

Sergio debe haberme llevado a la cama. Ha atado mis muñecas a los barrotes y parece dispuesto a volver a empezar. Y lo hace. No puedo controlarme y le vomito encima, ¡Qué bueno! Me río como una loca.

-¡Serás puta!

Se te han pasado las ganas ¿verdad, cabrón? ¡Jódete! Me desata y me mete en la bañera sin parar de decir palabrotas. Allí me duermo y allí me despierto.

¿Qué coño hice anoche? Por si acaso, me inyecto la post coital, en el fondo soy una chica responsable. Estoy tan cansada... Sergio quiere que vayamos a comer, pero si no aparezco por casa hoy mi madre me mata.
¿Qué cojones le pasa a este tarado? ¿No tiene familia o qué? ¿Desde cuándo se va uno a comer con un rollete el día de Navidad? La verdad es que me da un poco de pena y le invito a comer en mi casa, pero el tío se me asusta. Miedo al compromiso. Qué típico.

martes, 24 de noviembre de 2009

Bernd, el devorado



Con la yema de los dedos he rozado una imagen ¡Bendito sueño que me tortura! un leve ¿qué sé yo? Atrapado al vuelo antes, justo antes de despertar. Apenas un frame, un centenar de bits... Trato de aprehenderla, tiro de la sensación como de un hilillo de chicle, con cuidado, que no se me rompa, para recuperar el resto: el sueño, el chicle.

Pero el hilo se corta, claro, y me quedo solo, suspendido en mi angustia, aún mil veces más negra por ser incapaz de saber su raíz obscena.

Hoy tampoco voy a salir. Este piso cochambroso será mi tumba. La ropa de cama hiede empapada de sudor, orina y mierda. Espero en un útero pringoso a que llegue la Revelación. Sé que sabré reconocerla cuando me ilumine, sin embargo ¿qué puede sucederle a un muerto? Aún respiro, es cierto, pero estoy muerto. Debo morir, mejor dicho, para purgar mis crímenes. No basta con esperar la muerte, tengo que ir en su búsqueda: debo resucitar para volver a morir.

Veo la nieve caer por la ventana. Probablemente será la última del año: Nunca más volveré a pisar la nieve. Abro la ventana y me asomo: once pisos me separan del final. Abajo, los hombres, con ridículos atuendos invernales, corretean como cucarachas. Dan palmaditas para calentarse las manos, los muy subnormales, como si sirviese de algo. Me desnudo y el aire helado me acuchilla. El dolor me estimula, me permite volver a ser consciente de mi cuerpo por primera vez en mucho tiempo, alivia momentáneamente ese sufrimiento íntimo, cruel, insoportable... Bastaría con una leve inclinación, con permitir que mi centro de gravedad se desplace un poco hacia delante y todo habría terminado. Me balanceo y coqueteo con la idea, pero permanezco dentro de la habitación. Y no es porque conserve el menor resquicio del puto instinto de conservación, es que reventar mi cuerpo contra el pavimento no bastaría. Yo quiero limpiar mi alma. Yo quiero librarme de mi putrefacta condición humana. Yo debo aceptar este sufrimiento que me ha sido encomendado y que merezco.

El ser humano es repugnante, el cuerpo y sus funciones son repugnantes, absolutamente todas las pulsiones son repugnantes, pero el instinto de conservación es la más repugnante de todas porque además de ser patético, es causa de que muchos no sean capaces de poner punto y final ¡Malditas ratas cobardes! y yo, el peor de todos ellos, al menos he logrado liberarme de esa tendencia abyecta. ¡Instinto de supervivencia! ¡Qué asco!... Yo no. No es eso. Creo haber encontrado el camino correcto. El único: la purificación del alma a través de la mortificación de la carne.

Era ingeniero cuando estaba vivo. Entonces, lo mismo que ahora, prefería con mucho trabajar con máquinas que con personas. Los programas no son más que fórmulas: eficaces, limpias, transparentes. Carecen de humores o fluidos que los corrompan. No cabe ninguna forma de relativismo, de arbitrariedad, de nepotismo. Funcionan o no, y ya está. Creo en Dios. Creo que Dios es una mente digital pura, no contaminada por un hardware falible.

El cable de fibra óptica es el cordón umbilical que me mantiene conectado con el mundo. Tengo fe en que Dios me enviará la señal para mi resurrección a través de la Red. Todos los días, sin moverme de esta casa me paso por el forro todas las fronteras. Abarco el mundo entero. Mi epifanía está al llegar, mientras, todo lo que necesito cabe en mi esfinge portátil.

* * * * *

Mi nombre es Bernd Juergen Brandes, nací en Berlín en 1958. Mi madre Eva, era puta y yonky , mi padre ni puta idea. La única imagen que conservo de mi madre es de cuando la vi, detrás de un vidrio el día de su entierro. Estaba delgadísima, y su cabeza parecía una de esas momias reducidas de los jíbaros

Mi abuela me contó que un día tuvo que venir a buscarme a un bar en el que mi madre me había dejado solo esperándola mientras iba a buscar dinero para pagar unas cervezas. O eso le dijeron.

Me crié con mi abuela en una casa grande y destartalada en las afueras de Potsdam. Con nosotros vivía mi tío Bernd, que es la persona a la que más he querido en este mundo y una serie de chachas polacas indistinguibles entre sí, que siempre acababan por casarse y largarse por donde habían venido.

Mi abuela era muy graciosa. Siempr estaba leyendo libros de alimentación natural y esas gilipolleces, y presumía de haber sido una belleza en su juventud, pero ¿hay alguna vieja que no presuma de lo mismo? Lo cierto es que siempre he conservado algunas de esas fotos suyas en blanco y negro, con esos vestidos tan maravillosos de cuando era joven, que yo busqué por toda la casa sin lograr jamás dar con ellos. Desde luego, el recuerdo que yo guardo de ella es de una mujer muy distinta a la de las fotos. Mi abuela para mí no era más que una hija de la gran puta que acababa todas sus frases con la palabra “mierda”. Hoy le habrían diagnosticado el síndrome de la Tourette, pero entonces no era más que una vieja loca y cabrona ¡Era una risa! A los críos nos encantaba meternos con ella, porque era capaz de perseguirnos durante manzanas dando gritos, la tía, aunque nunca nos pillaba. Bueno, a mí sí que me pillaba, la muy perra. Una vez que le untamos las ventanas y la puerta con mierda se esperó a que volviera a casa para partirme el palo de la escoba en las costillas.

Me gustaba la escuela y me llevaba razonablemente bien con los niños. Nunca fui afeminado, así que hasta que no fui mayor nadie se metió conmigo por ser marica. Mejor para ellos. Aún así, mis amistades siempre fueron superficiales, nunca tuve un amigo íntimo, alguien en quien confiar de verdad. A parte de mi tío, claro.

Para mí era el hombre más inteligente del mundo. Mi ídolo. Había sido uno de los ingenieros que participaron en la reconstrucción de la U-bahn de Berlín, pero cuando yo era pequeño estaba retirado por una afección crónica de riñón. Sufría mucho y por eso le daba a la botella sin complejos. Durante un tiempo yo también y de no ser por el accidente tal vez habría acabado alcoholizado como él.

Pero aparte de privar como un condenado, mi tío ha sido la única persona que se ha preocupado realmente por mí. A él le debo lo poco que tengo. Lo más importante para él era que yo fuera a la escuela y sacara buenas notas, y sólo por él lo hacía. Incluso después de que se suicidara, me gustaba imaginármelo observándome complacido desde el Cielo. Yo sabía que tenía que ser ingeniero como él había sido. Por eso cambié el nombre que me había puesto Eva por el suyo.

* * * *

He conocido a un hombre que me obsesiona en uno de esos chats asquerosos. Nuestro intercambio de mensajes se parece a una de esas partidas de ajedrez a distancia: Calculamos nuestras reacciones, ambos tratamos de calibrar al otro sabiendo que el otro no quiere mostrarse: no antes de tiempo. Sometemos cada frase, cada palabra a un análisis exasperante y exhaustivo.

Parece sincero, he contestado a un anuncio en el que buscaba hombres jóvenes y robustos dispuestos a satisfacer sus apetitos incondicionalmente. Ese hombre soy yo. El que firma se hace llamar Hunger y de entre las docenas de mensajes a los que he contestado, es el único que ha logrado mantener vivo mi interés más de una semana. Algo en mi interior me dice que detrás de Hunger se encuentra el instrumento de mi destino. Pero por ahora prudencia. No puedo permitir que la euforia me haga cometer un error: tengo que asegurarme de que va tan en serio como yo, de que será capaz de llegar hasta el final. Y a continuación, tendré que convencerle de que yo debo ser el elegido. No debe descubrir antes de tiempo mi edad o todos estos esfuerzos podrían resultar inútiles.


¿Conseguiré conectar con él? ¿Seremos capaces de arrancarnos las máscaras? ¿Me atreveré a comunicarle mis verdaderos deseos? ¡Tengo tanto miedo de que me decepcione! Podría ser un cobarde, un maldito voyeur, un farsante... No puedo precipitarme.

Hunger ha sido muy cauteloso hasta el momento, sin embargo, creo detectar los primeros síntomas de impaciencia en él. Ayer me reveló que vive en una pequeña ciudad del Suroeste. Me excitó muchísimo, por el gran paso que esta revelación supone y porque a partir de entonces empecé a forjarme una imagen de él. Anoche tenía tantas ganas de pelármela que tuve que emplearme a fondo con el cilicio.

Fantaseo con nuestro encuentro. Me lo imagino como a mi alma gemela, mi hermano espiritual, ardo en deseos de consumar esta unión que va más allá del matrimonio, más allá de un vulgar pacto de sangre o un intercambio sexual. Nuestra ceremonia sólo será comparable al acto de dar vida: de nuestra alianza ha de surgir un nuevo ser inmaculado, limpio de culpa y pecado. Y yo moriré, sí, moriré para saciar su hambre. Moriré para reencarnarme en él.

¡Son tantas las esperanzas que tengo puestas en ti que sin haberte visto ya te adoro!

* * * * *

El día que enterramos a mi madre, mi tío Bernd me llevó a ver “Las amargas lágrimas de Petra von Kant”, de Fassbinder en un cine gay. Yo tenía 14 años y me identifiqué instantáneamente con Marlene, la esclava muda de Petra. Recordaré siempre aquel día, pero no precisamente por ser el del entierro de mi madre.

Por la noche mi cabeza bullía, no podía parar quieto en la cama. Aquellas mujeres, la intensidad de sus sentimientos, las relaciones que establecen entre ellas, me habían perturbado profundamente. Yo quería experimentar sensaciones parecidas, yo no quería una vida vulgar, sentía que debía haber algo más. Estaba deslumbrado.
Mi tío debía sentir algo parecido, porque al cabo de un rato le oí llamar a mi puerta. Ardía de deseo y me suplicó que le dejara meterse en mi cama. Yo dije que no. Entonces no era más que un niño y me gustaba jugar con los que me querían.

La criada que teníamos entonces, María, era una bávara garrula y cuarentona, bastante simpática y más tonta que el que asó la manteca. Esta pánfila le había cogido cariño a un gatito que encontró en el callejón y mi abuela le dejaba tenerlo en la cocina. Lo alimentaba con un biberón, a pesar de que el bicho ya era lo bastante mayor para cazar ratones y buscarse la vida, pero me imagino que la pobre estaba dándole al animal (le gustase a este o no) las carantoñas que hubiera querido poder brindar a los cachorros que ella ya no iba a tener.

Le dije: -Si haces todo lo que yo diga, te dejaré que me folles.

-Haré cualquier cosa que me pidas. -Contestó mi querido tío.

Me levanté y fui a la cocina. El maldito gato no se fiaba de mí y se había escondido detrás de los fuegos. Era un buen escondite, no lo podías ver a simple vista y era bastante difícil cogerlo desde ahí. Lo único es que el muy subnormal siempre se escondía en el mismo sitio. Así que atrapé al gatito. El muy hijo de puta me odiaba y me arañó en la cara tratando de zafarse. Lo llevé a mi habitación junto con un trozo de cable.

-Este malnacido me ha arañado- y sacudí la cuerda- ¡exijo justicia!

* * * * *

Por fin ha llegado el momento. Mañana subiré al tren que ha de conducirme a mi destino. La espera se me hace interminable. Sé que no voy a pegar ojo, pero no es grave. Ahora mismo saboreo las delicias de la anticipación. Mañana Hunger sabrá que no tengo 30 años. ¿Seré capaz de convencerlo para que sigamos adelante? Tengo confianza. No creo que Dios me dejara transitar por un camino equivocado durante tanto tiempo. No, esta certeza que siento tiene que ser una señal. Mañana habré llegado al final de mi camino. Mañana, mañana… Te lo suplico, por el amor de Dios.


* * * * *


Condenan al caníbal alemán a cadena perpetua por asesinato


FRANCFORT (Reuters) - Un tribunal alemán condenó el martes a cadena perpetua por asesinato a Armin Meiwes, el caníbal alemán encarcelado por matar a un hombre y alimentarse con su carne, modificando una condena previa por el mismo delito.

Meiwes, de 44 años, se enfrentaba a un juicio por segunda vez después de que un alto tribunal criminal de Alemania dictaminara que su condena de 2004 era demasiado indulgente.

'El acusado era totalmente consciente de sus acciones y podía controlarlas', dijo el juez Klaus Drescher. 'Esto no es matar a petición, le mató porque quería asesinar y comer su carne. Había logrado el mayor subidón de su vida'.

Durante el juicio, el tribunal escuchó cómo Meiwes contactó con el ingeniero informático Bernd-Jürgen Brandes después de contactar con más de 400 personas en Internet y luego se reunió con él en su casa en 2001 en la ciudad de Rotenburgo, en el oeste del país.

En una historia que ha horrorizado al país e inspirado una película, el acusado cortó el pene de Brandes tras un extraño pacto urdido en la red. Ambos hombres trataron de comerse el miembro amputado, pero no tuvieron éxito. Después de una intensa hemorragia, Brandes finalmente quedó inconsciente.

Meiwes, quien creyó que el ingeniero había muerto, dejó a su víctima en un banco, le besó en los labios y después le hundió un cuchillo en el cuello mientras grababa sus acciones en una cinta de vídeo. Luego colgó el cadáver de un gancho de carnicero, congeló partes del cuerpo y se comió algunas de ellas.

'El siguiente debe ser joven, pero no tan gordo', dijo el acusado según el juez después del asesinato.

La sentencia del tribunal de Francfort significa que Meiwes podría ser verse beneficiado con la libertad condicional tras cumplir una sentencia de 15 años en prisión.

Los fiscales demandaron la semana pasada que se modifique la primera sentencia de Meiwes, que le condenaba a ocho años de cárcel por asesinato, y señalaron que debería pasar el resto de su vida entre rejas, argumentando que podría volver a matar y esta vez sin el consentimiento de su víctima.

Los abogados de la fiscalía sostuvieron que Meiwes había matado para satisfacer sus impulsos sexuales, pero su defensa argumentó que actuó a petición de la víctima, un crimen similar a la eutanasia que en Alemania conlleva una pena máxima de cinco años de prisión.

De acuerdo con la ley alemana podría ser liberado en 15 años. El tribunal rechazó la solicitud de la fiscalía de denegarle el derecho para una salida anticipada.

/Por John O'Donnell/ 20 minutos.es

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La hora del asco

Utiliza las cosas que te suceden,
este leve mareo, la fuerza de voluntad.
El martillo hidráulico afuera,
adentro, teclas, imágenes.
Ricard habla por el móvil,
pasea arriba y abajo.
Una hora antes de salir en el reloj pixelado:
Qué hora más larga. Qué asco.
Material de oficina, coca-cola cero,
vasos comunicantes y excursiones al lavabo.
Alimentando a la máquina, maquinando.
Puteada y puteando.

Ruido de intestinos en PPP.
Vulevo a mirar la hora. Me rasco.
Todo lo que me interesa está en otro sitio.

jueves, 12 de noviembre de 2009

lunes, 9 de noviembre de 2009

Transcribo Conversación oída en C/. del Tigre

-Por ahí está el MACBA.

-¿Qué?

-¿Tú no sabes lo que es el MACBA?

-...

-Es donde patinar.

- Ah, ya.



No sé por qué esta parida me ha hecho tanta gracia.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Surrealismo cotidiano, by Miguel Noguera

Un entusiasmo excesivo por las patatas bravas y las cañas a un leuro de "mi" bar, hicieron que Raquel y yo nos olvidáramos de nuestra célebre y celebrada puntualidad y nos perdiéramos la mayor parte de la introducción que los Venga Monjas habían prometido para el famoso ULTRASHOW de Miguel Noguera. Una pena.

De hecho, al llegar a la puerta del Teatre del Raval, la encontramos cerrada a cal y canto. Quiso la fortuna que antes de que tuviéramos ocasión de ensayar los accesos alternativos que ya empezávamos a maquinar, apareciese un redactor de Vice, de cuyo nombre no puedo acordarme, se abriesen las puertas y nosotras nos escabulléramos detrás como ratas.

Ni idea de lo que íbamos a ver. Había leído algo sobre uno de los espectáculos anteriores en el CCCB, pero no me habían aclarado gran cosa.

La primera impresión: ¿Qué mierda es esto? Un rollito de stand up comedy poco afortunada con un tipo que va de chico normal, timidillo a lo Woody Allen, que trata de convertir en virtud (por aquello de la sencillez) el consultar sin pudor su inseparable chuleta?

El espectáculo, carente por completo de estructura, no lo componían chistes o pseudo-anécdotas graciosas, sinó lo que él llama "ideas"; algo así como unas indicaciones para construir pequeños escenarios imaginarios a partir de situaciones absurdas, surrealismo cotidiano, pequeñas paradojas... expuestas anárquicamente, sin relación (aparente, al menos), las unas con las otras.

Lo bueno de estas "ideas", algunas más agudas que otras, para qué engañarnos, es que te den pie para crear algo más grande en tu cabeza, que una vez vertidas las desarrolles y las lleves todo lo lejos que puedas (aquellos aficionados al fumeteo, seguro que me entienden), por eso si el espectáculo en si me dejó relativamente indiferente, lo bueno vino después, al comentarlo y revivir una situación muy parecida a una de las que se proponían.
Correcto y breve, aunque no desternillante, me queda la sensación de que este espectáculo se sigue disfrutando después de que ha caído el telón.

jueves, 29 de octubre de 2009

Pequeño Relato Gótico



Querida mía, esta noche has de saberlo todo. Eras tan sólo una niña la primera vez que vine a visitarte y sin embargo ya podía adivinar en tus ojos ese brillo, entonces inocente, que iba a convertirse en llama ardiente de pasión. No lo recuerdas, protestas, pero he estado observándote fascinado en la sombra. ¡Mi preciosa amiga! ¡y cuánto te amaba ya entonces! Siempre has sido mi obsesión. Has desbordado las expectativas que deposité en ti cuando eras una niña. No, no debes preguntar por el pasado. He dicho que desde hoy no habría más secretos, pero deja que sea yo quien te cuente... Quieres saber si hubo otras antes que tú. Complicada cuestión... Sí y no. Soy muy viejo ya, mi querida niña, las cosa son complicadas, tanto podría decir que hubo otras como que no las hubo en absoluto, porque, en realidad no eran otras ¡siempre fuiste tú!. No espero que lo entiendas ahora ¡eres tan joven!


Tu primer recuerdo de mí tan sólo se remonta a la feliz velada de aquel baile cuando te estreché entre mis brazos por primera vez. Ya nunca más volveré a escuchar ese vals sin que todo mi cuerpo se estremezca. No me juzgues severamente si en aquel momento no te dije toda la verdad. Era necesario, querida, en seguida lo comprenderás. Tampoco fui sincero con tu padre, pero esto no me causó ningún dolor. ¡Engañar al ser amado! ¿cabe imaginar mayor tortura para un hombre enamorado?

No me resultó difícil hacerme pasar por un pariente lejano. Fue muy útil toda la información que había recabado durante los largos años en que te había estado observando (o debería decir adorando) en la sombra, pero creo que la fortuna que me intuyó el caballero al ver mi coche y mis modales hubiesen bastado. Aprenderás, querida niña, que un caballero de mi edad y mi experiencia no puede dejar al azar el ser bien recibido en una casa en la que hay una doncella joven y hermosa como tú, de manera que me aseguré de que un par de negocios de tu padre fracasaran antes de atreverme a llamar a tu puerta. De este modo, tu padre iba, sin duda, a contemplar con mejores ojos a este viejo hombre de mundo.


Pero seamos justos con el anciano señor, que jamás hubiera accedido a que fueras cortejada por mi en contra de tu voluntad, por muy rico que yo fuera, y que de haber sabido la verdad hubiera puesto todos los medios a su alcance para evitar que yo te siguiera visitando. Lástima, querida mía, que poco hubiera podido hacer contra mí tu pobre padre...


Mis visitas nocturnas empezaron casi inmediatamente y, pese a tu natural reticencia, no me traicionaste ante tu padre o los criados. Después he sabido que también me amabas ya entonces. Me has obedecido y no has hecho preguntas, y yo he venido a visitarte cada noche. Y en estos días tristes en que tu enfermedad te ha mantenido recluida en tu habitación, no me he separado de tu lado por la noche.
Querida mía, tú y sólo tú me has dado la vida con la fuerza de tu amor. Deja que me acerque, no debes temer. Vivo de ti, amada mía. Bebo de tu vida, mi corazón helado sólo late a través del tuyo. Es tu calor lo que me da la vida. Ha llegado la hora de que yo te de algo a cambio, pero debes tener confianza, esa debilidad que ahora te embarga, pronto cesará y vivirás junto a mí por siempre Nada podrá separarnos ya, ni tan siquiera la Muerte. Juntos por toda la Eternidad...

miércoles, 28 de octubre de 2009

Pregúntale al polvo

Pregúntale al polvo, traducción de Antonio-Prometeo Moya, Anagrama, Barcelona, 2001, 205 pp.

Cada vez que encuentro alguna novela o colección de relatos de Fante que aún no he leído me tiemblan las manos y preparo el bolso: tiene que ser mío (me pasa lo mismo con Dodge, Vonnegut, Carver y muchos otros). Si, por un lado es inevitable que los libros de Fante se me acaben un día de estos, por el otro, la lista de autores cuyo catálogo aspiro a completar no deja de crecer. Valga una cosa por la otra. No puedo evitar, sin embargo, que me de mucha penita saber que ya nunca más me veré sorprendida como la primera vez ante las cuitas de Arturo Bandini.

Pregúntale al polvo (1939) cierra la tetralogía sobre Arturo Bandini, trasunto del propio Fante, y el proyecto de escritor más contradictorio que pueda uno imaginarse. Bandini se debate entre los delirios de grandeza y la conciencia de ser un don nadie; entre el orgullo patriótico americano y sus orígenes italianos; entre Dios y el ateísmo; entre el cinismo y la ternura; entre la generosidad desmesurada y la racanería que le lleva a pelearse por cuatro chavos; entre el amor y el odio; entre el idealismo más noble y el desprecio más rastrero... Real como la vida misma, Pregúntale al polvo es una pequeña historia de amor en el Los Ángeles de los años 30 entre el escritor y una camarera mexicana.
Es una narración sencilla, directa que, como todas las de Fante, habla de lo cotidiano, pero sin ser nunca trivial, que encara el tema de los conflictos raciales en la California de los años 30 de un modo radicalmente original. Totalmente alejado de la corrección política, directo, provocador y rebosante de ternura, me declaro fan incondicional de este autor. Pregúntale al polvo es, exáctamente, la novela que me hubiera gustado escribir a mí: breve, sincera y emocionante.

lunes, 26 de octubre de 2009

Moon, 2009 Duncan Jones

El revuelo mediático que ha acompañado el estreno de Moon, sumado a la insistencia en compararla con Solaris , Atmósfera 0 o 2001, son dos factores que pueden entorpecer una valoración crítica que sea justa con la película. Si bien es cierto que nos asaltan constantemente el dejà vu estético y las indisimuladas referencias al sci-fi más reflexivo, esta película merece ser vista como lo que es: un pequeño thriller de ciencia ficción que plantea cuestiones como la soledad, la identidad y el sentido de la vida en el marco claustrofóbico de una estación lunar. Ver en esta película pretensiones de cult movie instantánea nos va a llevar, sin duda, a resistirnos a ella, a cogerle manía automáticamente. Normal, porque no son pocos los realizadores indie que bajo el pretexto del homenaje o la sencillez de medios, nos matan de sueño con artistificados truños que fusilan los mismos tópicos sin una pizca de gracia o de vegüenza. No es el caso.
No es cierto que se trate de una película sin efectos especiales, en realidad los hay, pero menos cantosos de lo que estaos acostumbrados a ver. La mayor parte se han realizado (con bastante gusto) a partir de maquetas. Esto le va de perlas a la atmósfera retro-futurista que envuelve la película y que junto a la fotografía de Gary Shaw y la hipnótica música de Clint Mansell (responsable de la BS de Réquiem por un Sueño) circunscriben el mundo el pequeño y aséptico mundo en el que se maneja el operario de una estación lunar, interpretado por un enorme Sam Rockwell, con la única compañía de Gerty(un guiño al HAL 9000), el ordenador que le acompaña y , en un momento dado incluso le consuela, y de un visitante inesperado.
Tal vez el argumento no sea el colmo de la originalidad, ni falta que le hace. Una vez más, como en Blade Runner, o las citadas 2001 y Solaris, el futuro y la tecnología son la excusa para plantear una hipótesis y filosofar sobre la condición humana.
Ópera prima del hijo de David Bowie, la película que arrasó en Sitges (y que me perdí, para ir a verla al día siguiente en los Verdi), Moon nos permite soñar con un futuro cercano en el que la ciencia ficción sea algo más que el escenario de experimentos digitales y demás cacharrería. A la espera del segundo largo de Duncan Jones, trataré de hacerme con los cortos.

viernes, 23 de octubre de 2009

Lullaby

Duermes desnudo de cintura para abajo,
arriba, camiseta blanca de manga larga, si te destapas
no tendrás frío.
Duerme, mi niño.
Tú piel está muy caliente, la mía no. Templo mi culo en tu vientre, mis pies en los tuyos: Yo duermo desnuda del todo.
Intento adaptarme tu ritmo: inspiro el aire que tu vienes de exhalar;
aliento reciclado, aire tibio,
delicias de invierno.

Me atrapas entre tu cuerpo y la pared, no quepo.
Para no despertarte, me muevo despacio ¡cuidado, cuidado!
A veces no lo consigo, susurras una queja, exiges mimos.
O peor, gruñes y me das la espalda.
Da lo mismo. Tardarás medio minuto olvidarlo, contando con que te hayas enterado.
Sueñas sin hacer ruido. Eres mi hijo, mi padre y mi marido.
A veces me da por pensar que yo misma te he parido.
Rellena de ti en pequeñito,
que siempre he estado a tu lado, vigilando,
aún cuando no te conocía, para que no te hicieras daño.
¡Mi niño! ¡Sólo mío!
Me das la noche, no duermo.
Me das envidia.
Te miro mientras duermes, yo no tengo ese talento.
¿Se puede ser más bonito?
Estás durmiendo a mi lado y te echo de menos,
te echo de menos y tengo celos
de cuando no te conocía (qué tiempos)
¿lo entiendes?

viernes, 16 de octubre de 2009

Lorca para Teenagers


Suma y Vencerás.
No hay nada que empeore por añadirle unos cuantos zombies ¡Todo lo contrario!
El pasado mes de Junio, me rechazaron en un cásting para girar por los institutos de España con la versión convencional de La casa de Bernarda Alba, aunque en el momento me apetecía un montón, pensándolo bien...¡Menos mal! Ahora estaría enfrentándome a los bostezos de desmotivados estudiantes de la E.S.O. incapaces de identificarse con el texto. Y con razón: los chavales, que hoy tienen toda la libertad del mundo, no van a comprender la docilidad de las hijas de Bernarda. Y si los personajes nos son tan ajenos, difícilmente nos emocionarán; y un teatro que no activa ciertos resortes emocionales ¿a quién le interesa?
Es aquí donde el sentido del humor puede jugar un papel muy importante. La risa es una emoción, al fin y al cabo. Y no de las menores.
Me encanta esta idea de Jorge de Barnola, Roberto Bartual y Miguel Carreira, tal vez no vaya dirigida precisamente a estudiantes, pero no estaría mal: riámonos de Lorca un rato, porque tiempo habrá de sobra para llorar con él.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Turismo Nocturno

Llegaron el 3 de Septiembre, me acuerdo perfectamente porque ese día Laura empezaba a ir a la guardería. Yo estaba atacada, era la primera vez desde lo de Sergio que iba a quedarme sola en casa y había pasado la noche del mochuelo, como ya venía siendo habitual. Durante aquellas noches de insomnio me gustaba a mirar a la niña mientras dormía, toquetear sus juguetes, oler su ropita, tener conversaciones imaginarias con ella de mayor... No se me hubiera ocurrido planchar, hacer la colada o adelantar cualquier tarea para el día siguiente en aquellas horas: aunque despierta, era tiempo de soñar.

Aquella mañana, después de dejar a la niña en la guardería y pasar por Mercadona, me puse a hacer los armarios altos de la cocina como tenía previsto. Estaba a punto de atacar el esquinero cuando oí llamar. De entrada, no hice caso. No esperaba a nadie y no tenía ganas de que me vendieran ningún ADSL, pero insistían, así que me bajé de la escalera y fui a abrir la puerta.

No estaba preparada. Di un grito y perdí el conocimiento.

Cuando volví en mi, me tranquilizó ver el techo de mi comedor tal y como lo vería si estuviera estirada en mi sofá. Miré a mi alrededor para comprobar que así era y pensé que todo había sido un sueño. Tal vez, me dije, había inhalado demasiado Cillit Bang. Pero no. En seguida vi las dos caras que tanto me habían asustado. Superada la primera impresión, me di cuenta de que lo que había causado de mi terror no era la fealdad de los rostros sinó más bien todo lo contrario: lo que más me inquietaba era no poder señalar exactamente en qué se diferenciaban de uno humano. Poseían figuras alargadas, rostros amables de grandes y dulces ojos, que combinaban los rasgos más característicos de las diferentes razas humanas. Olían a limpio, casi a bebé, sus voces eran amables y me sorprendió comprender su idioma desde el principio, porque era el mismo que el mío.

No perder la calma: tenía los armarios a medio hacer, la comida pendiente y una niña de tres años a la que recoger en su primer día de guardería. ¡Coño! ¡¿Qué hora era?! ¡no tenía ni idea de cuánto rato había estado inconsciente ¿Cómo es lo de las madres separadas, que no tenemos tiempo ni de asombrarnos?
Salté del sillón dispuesta a defendrme si trataban de interponerse en mi camino, y cual fue mi sorpresa al comprobar que no sólo no me molestaron, sinó que cuando llegué a la cocina la encontré inmaculada. Y no estoy hablando sólo de los altillos, no. Todos los rincones estaban impecables, os lo dice la madre de una intrépida criatura gateante ¡Se podía comer en ese suelo!¡Dios mío! si incluso habían puesto "Blanco de España " en las juntas de las baldosas y la campana... ¡la campana! ¡ estaba reluciente!

No entendía nada, pensé que a lo mejor lo habían hecho las criaturas, aunque me parecía una explicación muy rara porque ¿Cuántas probabilidades debe haber de que llamen a tu puerta un par de pseudo-humanos, bastante macizorros (en aquel momento yo ya me olía que me enfrentaba a extraterrestres), que esperan a que te recuperes de una leve indisposición mientras te dejan la cocina como los chorros del oro?

Las otras posibilidades eran que en realidad el Cillit Bang fuera más fuerte de lo que yo me creía o que estuviera teniendo una experiencia paranormal. Lo pensé unos minutos y me decanté por la última opción. De manera que ignoré a las criaturas y decidí que, seguramente, cuando creía estar desmayada había estado en realidad limpiando como una loca. Cosas más raras he hecho. Miré la hora, y como aún me faltaba un rato para ir a buscar a Laura, decidí echar una siesta. Con un poco de suerte, el mayordomo de Tenn se me aparecería en sueños y me levantaría con la casa reluciente.

Dormí como hacía tiempo que no dormía. Soñé que yacía en una playa muy grande, de arena fina y dorada. Alienígenas altos y delgados de grandes ojos me acariciaban el pelo y vigilaban mi sueño. Oía una música hermosa y extraña, me sentía flotar.

Cuando me desperté, las criaturas continuaban en mi comedor. Habían lavado las cortinas, y creí reconocer por el olor el caldo de cocido que hacía mi abuela cuando era pequeña. Imposible. Nunca había sido capaz de reproducir ese aroma aunque mi abuela me había explicado mil veces cómo hacerlo. Me lo había explicado a su manera, eso sí:

"Toas las comías se hasen igual (¿?) yo al cardo le pongo lo que encarta. Si se encarta que tengo un recortillo de jamón, pues se lo echo, o una mijilla de tosino... ¿ A ti no te gustan do o tre garbansillos con el cardo?". (No es que mi abuela fuera Makinavaja, es que era andaluza)

Con lágrimas en los ojos, miré en el mueble-bar. Desde que Sergio se marchó no había vuelto a comprar vino o cerveza, pero tenía una botella de Martini y una de Ginebra, del lote de Navidad o algo así.

Hicimos Dry Martinis y puse un disco de Astrud Gilberto del que ya ni me acordaba. Bebimos, bailamos y reímos, y me fui corriendo a buscar a la niña.

Me extrañó que Laurita no reaccionara ante las visitas. Siempre ha sido my tímida con los desconocidos. En parte es culpa mía, supongo que soy del tipo sobreprotectora. Con esto de la separación me he volcado demasiado en la niña y tal vez le esté arrebatando algo de su independencia egoístamente. Me siento fatal. Hacía un mes que debería dormir solita en su habitación. Creo que era yo la que temía dormir sola, estaba desoyendo los consejos del pediatra...

¿Qué coño estoy diciendo? Contenta debería estar de que se lo tomara tan bien... Al fin y al cabo, los niños aceptan las cosas con más facilidad que los adultos... ¡Como si nada, oye! Supongo que de alguna manera me gustaba que la niña sólo quisiera estar conmigo...

La dejé jugando, me puse algo más cómodo y entablé conversación con mis dos nuevos amigos: Naipe, el más joven y Peseta, el jefe de la misión.

Venían desde muy lejos para conocer y comprender mejor a las familias humanas, y habían elegido la mía para convivir, colaborar y aprender, si es que eran bien recibidos. No era una decisión fácil. Requería sopesar un sinfín de pros y contras, de dilemas morales que no me incluían sólo a mí: ¿tenía yo derecho a exponer a mi hija a un trauma o un peligro potencial semejante? ¿No podríamos ser, mi hija y yo, víctimas y cómplices de unos aliens que tuvieran planeado conquistar la Tierra? Incluso si no fuera así, ¿No podían Naipe y Peseta ser portadores de extraños virus que pusieran en peligro la vida de mi hijita?... Por otro lado ¿Tenía derecho a privarla de una experiencia de esta magnitud?

Me gustaría poder decir que me lo pensé dos veces, pero no fue así. Mirando atrás, la decisión simplemente fue tomada de forma natural. Se ganaron mi confianza, y en seguida me sentí como si siempre hubiesen estado allí... formaban parte de mi casa, de mi vida, de la vida de mi hija...

Y pasaron los días y los meses. Ya os lo he dicho, nos acostumbramos rapidísimo a la nueva convivencia. Tuve que reconocer lo que hasta entonces me esforzaba en negar: que la compañía de una niña de 2 años no es suficiente para una mujer adulta. Y poco estos seres y yo nos fuimos acercando y acercando.

El primero en dormir en mi cama fue Peseta. Apenas dos noches despues de su llegada. Mi hija dormía en su cama. Nunca más volvió a dormir conmigo. Aquella noche habíamos bebido. Yo les había explicado mi fracaso sentimental, me sentía sola. Le pedí que viniera a dormir conmigo. Estaba emocionado, yo también: Hacía tanto tiempo... me acerqué y le acaricié la cara de guapo. Cada vez me parecía más guapo. Me lancé a sus brazos ansiosa, desesperada. Flipó.

En unas semanas me había convertido en la esposa de los dos. Observábamos a la niña, nos preparábamos el café de la mañana los unos a los otros, hablábamos horas y horas durante todas las noches: de su mundo o del mío, hacíamos el amor sin respetar turnos ni reglas, jugábamos, escuchábamos música... Fuimos felices durante unos meses.

Sin embargo el equilibrio se rompía. Por razones obvias, ellos no podían salir, y yo, empecé a salir cada vez menos. La niña se ahogaba: de la guarde a casa. Yo no tenía ganas de llevarla al paque, o de excurión. La quería siempre conmigo, con nosotros. Porque quería mantener la ilusión de idilio del principio que ya no se aguantaba. La niña estaba rara. No hablaba casi, tenía celos de mis compañeros: los ignoraba completamente.

Yo empecé a aislarme, también por razones obvias. Mi vida estaba dentro de ese piso, no necesitaba nada, ni a nadie más ¡Todo lo contrario!. No veía ni a mi madre, ni a mis amigos. ¿Quién iba a entender lo que me pasaba? Los que me entendían ya vivían conmigo. Saqué a la niña de la guardería. Tenía miedo... ¿Cómo iba a dejar a nadie entrar en casa? Empezaron a acosarme, la primera, mi madre.
No lo sé seguro, pero creo que, en parte, lo que ha pasado es culpa suya.

Estaba planeando el viaje en secreto hacía tiempo. Aquella situación era insoportable, todos necesitábamos aire fresco. Además, ¿no es absurdo venir desde tan lejos para luego no salir de un piso de 70 m2? Quería que fuera una una sorpresa para celebrar el tercer cumpleaños de Laura, pero la cosa se precipitó. Un día, llamó Sergio. Quería ver a la niña ¡hacía tanto tiempo!. ¿Qué quieres que te diga? con tanto trajín yo ya me había olvidado hasta de que Laura tenía un padre. O un padre humano, por lo menos. Le fui dando largas hasta que me llamó con amenazas. Confieso que Sergio me sigue dando miedo, así que adelantamos el viaje una semana. Bautizamos la aventura: "Turismo Nocturno."


El destino de nuestro viaje era Isla, una pequeña población costera en la bahía de Laredo cerca de la cual mi padre tenía una minúscula pesquera. No era un sitio de moda, no había casas cerca y seguramente podríamos disfrutar del aire fresco y de la playa.


¡Hacía tanto tiempo que no conducía! Me sorprendí a mi misma, y a la vez, me sentí atractiva y poderosa alquilando la furgoneta. La niña estaba con Naipe y Peseta, me moría de ganas de dar una vuelta y pensé en visitar a mi madre, en despedirme de ella por un tiempo. ¡Maldita la hora!

Cuando volví a casa, Naipe y Peseta se habían ido. Sergio era el que estaba con mi hija, gritando, asustándola, acusándome de haberla dejado sola, insultándome... La niña lloraba. Yo también me puse nerviosa, también grité. Decía que iba a quitarme a la niña, y eso si que no, ¿entiendes? yo estaba en la entrada y cogí un paraguas, de esos grandes, con el mango de madera. Pensé que si le daba con todas mis fuerzas... Cogí impulso, pero me quitó el paraguas y me dio un bofetón. A todo esto, alguien había llamado a la policía, a una ambulancia y a mi madre y yo gritaba y llamaba a Naipe y a Peseta para que viniesen en mi ayuda ¿Dónde carajo se habían metido? La madre que los parió...Confusión. Dos tíos grandes que entran en mi casa. Que me separan de Laura a la fuerza. Forcejeo. La niña llora. Yo lloro aún más. Grito. La niña también grita. Pataleamos. Me meten en el ascensor a la fuerza. Me resisto como un gato. ¡Creo que me han roto un brazo , joder!¡Hijos de puta! Grito con toda mi alma ¡Te voy a matar, cabrón! La próxima vez... No sé, debo haberme dormido... No lo entiendo...


Me he despertado en un hospital, ya verás cuando mis amigos me saquen de aquí. Se van a enterar. ..¡Me las pagarán! ¡Cabroneeees!

miércoles, 7 de octubre de 2009

lunes, 28 de septiembre de 2009

Nunca digas Nunca

-Antonioni, la ginebra, el foie de oca, las películas de miedo, la cocaína, el sexo anal, dormir de día y...y... yo. Sólo te doy algunos ejemplos de cosas que decías que no te gustaban y que ahora...

-Te pasas.

-Lo que digo es que no puedes saber si algo te gusta o no hasta que lo has probado.

Ella se encogió de hombros: cuando tiene razón, tiene razón.

Esta certeza no le impedía construir nuevos prejuicios en el espacio que habían dejado los antiguos: ahora no le gustaban el ajo o la música electrónica; odiaba ir en metro, los jerseys con capucha y las novelas de Updike, por señalar algunos ejemplos. Cuando le hizo la propuesta, de entrada dijo "no". Él era capaz de convencerla casi de cualquier cosa, pero ¡Éso! Éso era demasiado.

Se habían conocido hacía unos meses en la productora donde trabajaban. Ella tenía un papel en la serie, él estaba en el equipo de producción. Tardaron bastante en hablar, había mucha gente y trabajaban con horarios muy distintos.

Un día se encontraron junto al cátering, y él le dijo que sus labios le recordaban a los de Mónica Vitti. Ella sonrió, muy dulce y cuando llegó a casa tecleó en Google "Mónica Vitti".

Al cabo de unos días, ella se entretuvo a propósito para salir al mismo tiempo que él, y en lugar de coger un taxi dejó que la llevara a casa y la invitara a una copa: "Dos Tanqueray con tónica". Ella no dijo nada. Dio un sorbo a aquella bebida amarga y se le erizó el vello de la nuca. ¡Qué extraño! le recordó a cuando de jovencita hacía gárgaras con colonia para que su madre no notase que había fumado. Nunca bebía ginebra. En realidad, no bebía casi nunca. Dio otro sorbito. Mejor. Notó el olor de la corteza de limón, cerró los ojos y escuchó las extrañas historias que él le explicaba.

Pasaron juntos esa noche juntos, y todas las noches que siguieron, hasta que llegó el momento: él iba a contarle Su Secreto. Habían bebido, ella reía y reía: lo había tomado a broma. Él ya lo tenía previsto; había preparado un espejo y lo colocó enfrente. Ella se puso muy nerviosa. Histérica.

Explicarle su historia y que se tranquilizara le costó dos horas y siete chupitos. Ahora sí. Insistió:

-¡Piensa en lo que te estoy ofreciendo! ¡No envejecer jamás! Siempre ese cuerpo , esos ojos... ¡Amor mío! No me atrevo a imaginar todas las noches que nos quedan por delante, todo lo que podemos descubrir. Siempre juntos ¿entiendes? Y ella, que nunca supo decirle que no, se abandonó a sus brazos y le ofreció el cuello.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

MABON


Mabón es un dios de la mitología galesa que encarna el principio masculino de la fertilidad. En la festividad de Mabón se celebra la segunda cosecha y es tiempo de dar gracias a la Naturaleza-Diosa por todos los dones recibidos.

Se acerca un cambio de ciclo. Yo quemaré mi corn-dolly imaginaria, echaré la vista atrás y pasaré revista a mis logros y fracasos de este último año, que para eso están las ceremonias. Toca hacer limpieza como siempre se ha hecho: a golpe de fuego y alcohol. Fuego para superar lo que ha de ser superado; alcohol, para celebrar lo que ha de ser celebrado.

Es la Cornucopia, la fiesta de la cosecha y de la abundancia. Es hora de acumular energía lumínica para soportar las horas oscuras que están al llegar: así los animales, a medida que los días se hacen cada vez más cortos, preparan sus guaridas y hacen acopio de alimentos para hacer frente a la estación más fría.

Alrededor del 21 de Septiembre tiene lugar el Equinoccio de Otoño: el día y la noche tienen la misma duración. Paulatinamente, la luz irá cediendo ante las tinieblas. Deméter llora por la ausencia de su hija. La vida se ralentizará unos meses para volver con fuerza en Primavera.

Se celebra la segunda cosecha. Es el momento de dar las gracias. De celebrar a Baco y festejar de de la única manera que sabemos: ¡Comiendo y bebiendo!

¡Agrupémonos en torno a la hoguera! ¡Bebámonos la cosecha, que no para otra cosa fue cosechada! ¡Cantemos! ¡Aullémosle a la Luna! ¡Qué coño! ¡Somos animales bailadores!

martes, 1 de septiembre de 2009

Looney Tunes


Snoopy estaba nervioso. Su relevo se retrasaba unos minutos y aquella tarde tenía una cita. Trabajaba como vigilante de seguridad en un edificio de oficinas. Por lo general no requería demasiada atención y podía dedicarse a otras cosas en horas de trabajo. Lo mejor eran los turnos de noche, cuando estaba solo en el edificio. Nunca le molestaban, y podía leer, chatear o incluso ver porno en el ordenador (donde se suponía que debía controlar las cámaras de seguridad.)

Precisamente en un turno de noche, conectado a internet, había conocido a Rocky, su cita de la tarde. Rocky era (o decía ser) un bull-dog francés de tres añitos. Últimamente le había dado por ahí: jovencitos, monos y modernos, pero uno no podía fiarse de las citas a ciegas. Ejemplo: Hacía unas semanas había quedado con uno que decía ser un labrador de cinco años y resultó ser un mil-leches de mil años. Muy simpático, eso sí, la verdad es que al final no lo pasaron mal. Tal vez volvieran a verse para tomar algo o ir de fiesta, pero nada más.

Aquella tarde no le habían dado ni un respiro. Trabajaba al lado de una recepcionista que era lo más petardo que podía uno echarse a la cara. Estaba embarazada, alguien había tenido los cojones de montarla y preñarla, por inverosímil que esto le pudiera parecer a Snoopy, y eso significaba que cuando no era ella la que hablaba alguien pasaba por allí (al fin y al cabo, estaban en la entrada) y se interesaba por su salud, alababa su buen aspecto (¿estaban todos ciegos?) aventuraban el sexo o el número de los cachorros que vendrían o, lo que era peor, le preguntaban a él si no se animaba (de nuevo: ¿ESTABAN TODOS CIEGOS?). Snoopy soñaba despierto con cesáreas prematuras sin anestesia, sin bisturí, sin lavarse las manos y sin molestarse en suturar la incisión, y , además, en caníbales recetas de bastardo pequinés en construcción deconstruido sobre lecho de placenta cubierto con espuma de líquido amniótico.

Despertó de su ensoñación al detectar el olor de su compañero doblando la esquina y no pudo evitar ponerse a mover la cola de alegría. ¡Por fin podía largarse del maldito edificio y atender a sus asuntos!


Golfo, su última pareja, resultó hacer honor a su nombre, y le había roto el corazón. Los últimos meses se había dedicado a coleccionar amantes de todas las razas y tamaños, algo de lo que antes nunca se hubiera creído capaz. Pero lo que había empezado como una actividad anestésica había permanecido, una vez superada la ruptura como su principal actividad extralaboral.


Rocky le estaba esperando en el bar cuando llegó. Era tal y como se había imaginado: guapo, joven, un poco pijo… Bebieron wisky, y hablaron. Rocky vivía con sus padres y no trabajaba. Vivía de un dinero que había invertido, o eso decía. Snoopy le habló de su trabajo de vigilante, de los garrulos de sus compañeros, de Golfo y de su vida. Se cayeron bien y fueron a otro bar. Allí Snoopy siguió bebiendo hasta que empezó a encontrarse mal. Cogieron un taxi y fueron a casa de Snoopy. Follaron y se durmieron.


Al día siguiente, Snoopy se levantó con resaca y ganas de estar estar solo. Rocky, en cambio, estaba juguetón y de muy buen humor. O sea, que estaba insoportable, con sus mimos y oliéndole el culo en cuanto bajaba la guardia. Snoopy quería ocupar la cama entera y deshacerse del puto niñato de una vez, pero no había manera de hacérselo entender sin ser un maleducado. De manera que optó por ser un maleducado y echarlo... Desgraciadamente, Rocky no se lo tomó en serio. O tal vez fue que esos modales le ponían más burraco, el caso es que consiguió lo contrario de lo que se proponía.
"¡Que te vayas de aquí, hostia, que no estoy jugando!"

Hubo que ponerse violento. Y Rocky se puso muy violento. Y aunque Snoopy era más grande, Rocky era más fuerte y le atacó por sorpresa- Mordió fuerte en la pata y en el lomo. Le arrancó un trozo de oreja. Pero la mordedura fatal fue en el cuello. Snoopy cayó al suelo mientras le venía a la cabeza, sin saber por qué, de un villancico que le habían hecho cantar de cachorrillo, muerto de vergüenza, en la cena de Navidad. Tardó tres miutos en morir. Rocky planeaba su huida. Nadie sabía que había estado con Snoopy. Era imposible relacionarle con él.

Al otro lado de la puerta, Rex, compañero de piso de Snoopy y héroe varias veces condecorado, esperaba alerta. Empezaba a sospechar que algo no iba bien en la habitación de su amigo.
( Imagen: Spot The Looney, un cuadro de Pol Santamans)

martes, 25 de agosto de 2009

Ascesis


Cada vez que renunciaba, avanzaba un paso en su camino hacia la perfección.

Cumplía ya ventitrés días de ayuno: vivía de agua, agua, agua. El agua la atravesaba. Volvía a salir tan limpia y prácticamente tan fría como había entrado. A continuación, empezaba de nuevo. Era imposible estar más limpia. Se lavaba constantemente, por dentro y por fuera.

Se levantó llena de energía. Se había convertido en una adicta a la fuerza que genera el hambre. Aquel día quería llegar más lejos, pero no sabía cómo.

Antes de entregarse al ayuno total, había iniciado una serie de privaciones y que habían ido aumentando progresivamente. Cada nueva restricción le proporcionaba un placer indescriptible, sensaciones de poder y dominio nunca antes experimentadas. Ahora una amenaza de vacío se cernía sobre ella, ¿de qué más podría prescindir? si dejaba de beber, eso lo sabía, no seguiría viva mucho tiempo. Y era importante seguir viva, no podía morir precisamente ahora, que empezaba a entrever la felicidad.

Bajó las escaleras, entonces vivía en un quinto piso y hacía mucho tiempo que había renunciado al derecho a usar el ascensor. Salió a la calle y echó a andar sin una dirección concreta, huyendo de la sombra: exponiéndose valientemente a la canícula se sentía Juana de Arco.
Se paró delante de un hospital. Había tenido una idea.

"Buenos días. ¿El banco de sangre, por favor?"

¡Medio litro de sangre! ¡Eso! ¡Todavía podía desprenderse de eso! Respondió al cuestionario. Mintió sobre su peso. Tenían tantas ganas de recolectar su sangre, como ella de donarla, sólo así se explica que cuando midieron la densidad de una gota que extrajeron de su dedo, la dieran por buena. Tumbada en la butaca, con la vena perforada se aplicaba en apretar un globo terráqueo de gomaespuma más fuerte, más rápido. Hubiera querido poder ir cada día.

No la dejaron ir sin tomarse al menos un zumo. Volvió a casa corriendo. Intentó subir así las escaleras, pero en el tercer piso notó que se le nublaba la vista y le zumbaban los oídos. Se agarró a la barandilla y se esforzó por llegar al rellano. Sólo dos pisos más ¡Ánimo! aminoró el ritmo, pero no se detuvo. Cuarto piso ¡muy bien! Cotinuó, ciega y sorda. No importaba, conocía el camino. Se desmayó delante de la puerta de su casa y se golpeó la cabeza contra un escalón. Antes de perder el conocimiento, tuvo tiempo de percibir cómo se le humedecía el pelo. ¡Sangre! ¡Sangre! Y se abandonó al éxtasis.

lunes, 17 de agosto de 2009

Ocho Horas

Ese tío es muy raro. Yo digo que es gay... como si lo viera, vamos.

Tenía la voz muy finita y era extremadamente pulcro: siempre tan relimpio él, olía a jabón y a After Shave. Yo empezaba a trabajar a las 7, él a las 9.

Éramos muy modernos. Leíamos revistas de modernos. Nos mirábamos de esquinilla, controlábamos nuestras indumentarias respectivas. Yo tenía novio, entonces. Muy moderno, también. Éramos de los que llevan gafas, las necesiten o no, viajan regularmente a Londres, van a festivales de música independiente, leen fanzines... esas cosas.
Llevaba la misma Harrington azul que mi chico, me fijé porque era muy rara. Un día nos pusimos a hablar: a los dos nos había gustado La Conjura de los Necios. Estudiaba música y tocaba en un grupo, yo estudiaba también: quería ser actriz.

Íbamos a desayunar en los descansos, con sus amigos y mis amigas. Caminábamos todos juntos hasta el metro a la salida. Hablábamos de discos (de vinilo, por supuesto), de películas, de proyectos... me hacía reír todo el tiempo.
Una noche soñé con él. Yo estaba paseando y me robaban los zapatos y no podía caminar y entonces me lo encontraba y le contaba lo que me había pasado y él tenía unas zapatillas que yo podía llevar y me sentía mejor... y cuando me desperté, me di cuenta de que no hacía más que pensar en él.. y miré al que dormía a mi lado y no supe que hacer. Y no hice nada. Durante las semanas que siguieron estuve jugando. E-mail va, e-mail viene. No quería reconocer que algo estaba pasando, pero es que algo estaba pasando.

Ocho horas, todos los días, primero esperando el descanso; luego, esperando el camino hasta el metro.

Y un día recibí un mensaje. Mi novio, decía que estaba harto de mí. Que creía que le estaba engañando. Tenía razón, pero lo negué, claro: no era lo que él estaba pensando. Dio igual, aquello fue el final. Lloré mucho, pero me quité un peso de encima.

Nos envíabamos mensajes. Íbamos a ir al cine cuando yo acabase mis exámenes. Pero no fuimos al cine. Nos quedamos toda la tarde en un bar. Bueno, en dos bares. Hablando, bebiendo, mirándonos a los ojos sólo de vez en cuando, en repentinos alardes de coraje, siendo ingeniosos y encantadores con todas nuestras fuerzas. Mi casa no estaba lejos. Fuimos caminando. Me acompañó hasta el portal ¿infantil? éramos así. Me abrazó y me besó en la boca, despacio, despacio.

Al día siguiente lo mismo: ocho horas de miradas con descanso para un café rodeados de gente y un besito robado en el ascensor, ahora que nadie nos ve.

martes, 11 de agosto de 2009

La Fiesta

Tras comprobar que no estaba sentado en la terraza, Silvia, con flores amarillas, entró en el bar y preguntó la hora. Habían quedado a las 12 y ya se retrasaba 10 minutos. No podía llamarlo, la noche anterior el móvil se había quedado sin batería, así que él tampoco hubiese podido avisarla por teléfono de un imprevisto hipotético que le hubiera llevado a cambiar de planes. Se puso nerviosa. Era sábado: si perdía el tren de y treinta y cinco, no habría otro hasta al cabo de cuarenta minutos. Llegaría tarde y su en su família era tenida por una persona impuntual y egoísta, no quería darles ocasión de reafirmar su teoría. De hecho,no compartía en absoluto esa opinión. Su madre tendía a etiquetar a la gente, o a ella, al menos, y una vez que lo hacía era imposible sacarse de encima el sambenito. Por ejemplo: Desde aquella vez que perdió las llaves de casa y al cabo de pocos días le robaron el bolso (con la llaves dentro) de un tirón, Silvia se convirtió, a ojos de su madre y de todo aquel que quiso escucharla, en una despistada, alguien en quien no se puede confiar, por los siglos de los siglos, Amén. No importaba que de aquello hiciese ya casi doce años, esta anécdota (y otras por el estilo) eran citadas todas y cada una de las veces que Silvia cometía el menor de los descuidos. Así son las madres, supongo . Y , supongo que también es cualidad materna el pensar y decir que sus hijas son impuntuales, desagradecidas y tienen un gusto pésimo a la hora de vestir.

Dudó entre esperar o marcharse sin él y, finalmente, pidió un café con leche y un móvil. La camarera la miró perpleja, y ella le explicó lo de la batería, la cita que se retrasaba, la posibilidad de un intercambio de tarjetas SIM.


-¿Qué móvil tienes? ¿Quieres probar con mi cargador?

Tenía un Nokia y el cargador era el adecuado. Él ya estaba llegando. Perdieron el tren.

Ambos se habían ido a dormir tarde y no tenían ganas de hablar, pero lo intentaron mientras esperaban al siguiente y bebían coca-cola. Una vez a bordo, ella hizo como que dormía y él empezó el libro que ella llevaba para regalar a su madre. El mismo libro (el mismo título, el libro era otro) que ella había leído una mañana de un tirón antes de levantarse de la cama unas semanas antes. Él, sin embargo, no tuvo tiempo de terminarlo en los cincuenta minutos que duró el trayecto, así que Silvia resolvió interiormente, con ese instinto proselitista que nos despiertan los libros que realmente nos gustan, regalárselo también a él.

En el pueblo, ella le enseñó algunas casas bonitas que había en el camino de la estación a la casa.

Silvia le dió las flores y el libro a su madre. Había mucha gente ya, pero aún faltaba para que empezaran a comer. Había llovido un poco un rato antes y habían decidido trasladar la mesa adentro. Sílvia le presentó a los invitados: a su hermano, al novio de su madre, a los amigos... al tiempo que ella los saludaba. Casi todos la abrazaban, se alegraban de verla, se admiraban de lo guapa que estaba; muchos la recordaban de pequeña.

Sílvia sirvió vino y le enseñó la casa y después salieron a la terraza y observaron divertidos cómo los voluntarios encargados de las brasas discutían sobre la mejor manera de asar calçots. Sílvia bajó a ver si su madre necesitaba que le echasen una mano, él prefirió seguir arriba, descojonado con las bromas de los "chicos". Su madre estaba con sus amigas, todas contentas por estar juntas y por el vinillo. Silvia se sirvió más vino y subió unos aperitivos a la terraza. Escaleras arriba y abajo, subiendo leña o bajando botellas vacías, se iban cruzando los invitados.
Llegaron los australianos, recién aterrizados y completamente sobrios y seguro que lo encontraron todo muy raro. Uno de ellos, vegetariano, preguntó qué se estaba cociendo en las brasas. Carcajada general, Sílvia sirvió más vino: "Don´t you worry, it´s just onion"

Sólo cebollas. Después de un viaje de más de 30 horas, por fin estaban en Europa, concretamente en una calçotada en un pueblo de las afueras de Barcelona. Y descubrían que detrás de esta misteriosa ceremonia lo único que había era... cebollas. Debieron de creer muy ciertos los tópicos sobre los catalanes. Algunos invitados discutían acaloradamente, ahora sobre si nuestras antípodas exactas caen en Australia o en el mar, Silvia y su hermano traducían, de vez en cuando, parte de la conversación a los australianos y discutían por su parte acerca de la mejor manera de decir esto o aquello en inglés, las amigas de la madre señalaban lo bien que hablaban el inglés los dos hermanos y, mientras tanto, se servía vino.

Todos hablaban cada vez más, cada vez más alto, cada vez mejor inglés y cada vez con mayor intimidad.

Silvia, en la cocina con su madre y las amigas, les habló de él, les aclaró que no eran más que amigos y que le había invitado a la fiesta para tener compañía y porque sabía que les iba a caer bien. Alguien ofrecía trabajo a alguien. El hermano invitó al sector más joven de los australianos a una fiesta en Barcelona la semana siguiente. Los calçots se hacían en la brasa. Arriba y abajo se servía más vino. Se sentaron a comer.

Silvia hablaba mucho y comía poco. Servía vino. Propuso un brindis, cantó una canción y trató de subirse a hombros de su hermano, pero se cayó y todos pudieron ver su ropa interior. Discutió con su madre cuando esta trató de impedirle que se sirviese más vino y tuvo la iniciativa de organizar una batalla con la tarta de cumpleaños como munición. Su hermano la detuvo, la arrastró fuera del comedor y la acostó en una cama.

Silvia lloró: su vida era una mierda. Hacía mucho tiempo ya que no tenía fuerzas para nada. Le costaba un mundo levantarse de la cama. Cada vez le resultaba más difícil seguir unos mínimos hábitos de higiene personal y mantener la ilusión de normalidad con que engañaba a los suyos. Cualquier gestión que implicase salir de casa (como ir al banco y pagar facturas) empezaba a parecerle imposible. Pensaba en la muerte, en la locura, en que, tal vez, la vida fuese más fácil para ella en un manicomio, o viviendo en la calle, dejándose llevar por la pendiente, sin necesidad de esforzarse nunca más.

Él no notó su ausencia hasta mucho más tarde, la fiesta estaba animada y se lo estaba pasando bien. Ahora peroraba contra USA y Barak Obama, bebía orujo y pasaba un porro. La madre hacía como que no veía y hasta se fumó un cigarro ella misma, que había dejado de fumar hacía años.

Fue a buscarla cuando se percató de que no estaba. Se metió en la cama con ella y la besó en la boca. "Aquí no, tío, que es la cama de mi madre".

lunes, 10 de agosto de 2009

10 CLAVES PARA UN ESTILO DE VIDA YOMANGO

"Antes muerta que sencilla".Faustina Patterson


1. Es conocido, las marcas quieren vender cosas, pero saben que sólo sobrevivirán en el mercado postmoderno si se asocian con éxito a la representación estilizada de una forma deseable de vida: sea el joven vividor del Martíni, o el del vaquero solitario y duro del Marlboro country. YOMANGO, mira tú por donde, no te va a vender nada, pero también te puede proponer un estilo de vida.

2.En los 50 y los 60, en la era fordista del capitalismo, la normalidad era un estilo de vida definido por su respetabilidad y cualquier otra cosa era mear fuera del tiesto. Ahí apareció la contracultura y la enésima bohemia: en aquellos felices tiempos las extravagancias, lo negro, lo raro, era revolucionario... Pero eso se acabó: en el capitalismo cultural, el postfordista, las diferencias, los estilos de vida alternativos no son sino sectores de mercado a ser atendidos y servidos, es decir, comprados y vendidos a mayor gloria del capital. ¿Podríamos proponer estilos de vida, modos de hacer, que no fueran inmediatamente deglutibles como cualquier otra moda? Si llevar ropa vieja, o vaqueros desgarrados o gorra de rapero se ha podido insertar en la lógica económica del capitalismo tardío: ¿sucedería lo mismo con un estilo de vida YOMANGO?

3.El capitalismo cultural sobrevive mediante la explotación de la inteligencia y la creatividad colectiva. El mercado se nutre de las ideas, de las formas de vida, de las múltiples maneras en que la gente se expresa mediante la palabra, el vestido, los gestos, la sexualidad... El capital se apropia de tus deseos, de tus expectativas, de tu experiencia...y luego te la pretende vender en una forma alienada, tonta y cara por lo general, ajena a ti, convertida en "cosas" que tú puedes comprar. El estilo YOMANGO propone "reapropiarse", legitimar y extender la "expropiación" de lo que, de hecho, previamente a su conversión en "cosas", pertenece al común. YOMANGO pone al alcance de tu mano lo que es tuyo y, todo sea dicho, está al alcance de tu mano.


4.El mercado ofrece una falsa alternativa, una falsa libertad de elegir entre una u otra vía para destinar tu dinero, tu deseo o tus ilusiones, hacia esta marca o aquella, casi siempre en beneficio del mismo empresario. YOMANGO acomete la libre concurrencia afirmando: la verdadera alternativa es DINERO vs. YOMANGO. El resto es comercio. El resto es trabajar consumiendo. YOMANGO no es trabajo explotable: es una forma extraña de gratuidad mediante la paradoja: dinero gratis. YOMANGO es la mano que en una danza insumisa traza en el aire de tu centro comercial el arco del deseo, sin mediaciones: directo del estante a tu bolsillo, sin dinero ni tarjetas.

5."Mangar", obtener las cosas "bajo manga" tiene su gracia y su técnica: YOMANGO así es también la producción de herramientas (ropas, complementos, instrumentos...) y el afianzamiento gestos cotidianos (comportamientos, acciones...) para vivir YOMANGO. No es una cuestión de secretitos ni de complejas tecnologías, se trata de hacer viable un sabotaje cotidiano y gozoso al capital. Se trata de inventar nuevos gestos que, en su repetir, abran nuevos mundos en los que habitar: "comprar" es un ejercicio pasivo, aburrido, alienante, un acto socialmente predeterminado. "Mangar" no sólo puede ser un acto de sabotaje con el que consigues los ingredientes para el cocido, puede ser también una práctica creativa y excitante.

6.YOMANGO no es el fomento de la propiedad privada por otros medios. No propone la acumulación de cachivaches y quesos camembert. Consiste en llevar al extremo la libre circulación de bienes. Redescubre la generosidad, el capricho, la indeterminación. Reaprópiate y haz circular, satisface los deseos y necesidades de tus semejantes. Invita en tu casa a cenas YOMANGO. Cuando un desconocido te regala un fuet.. eso es YOMANGO.

7.Pues igual que el mercado coge tu deseo y lo convierte en cosa, resulta que coge los espacios públicos y los convierte en hipermercados, donde no hace ni frío ni calor y donde hasta mear cuesta dinero. Es como si hubieran comprado la plaza mayor de tu pueblo y le hubieran puesto cámaras, guardias y cajeras. Buen rollito mientras juegues el juego para el que está hecho su tablero y aceptes las reglas de una abundancia que es la otra cara de la precariedad -azafatas, camareros, la chica que cuida de tus niños en el castillo hinchable. Seas cliente o empleado, ¿qué más dará?, YOMANGO y YOPITO plantea convertir esos maravillosos sitios en lugares de conflicto comestible: completa tu salario mediocre arrasando con lo que puedas, llévate ropa de la tienda, come y da de comer gratis, haz la vista gorda cuando veas asomar el jamón por debajo de ese abrigo.

8.Amas de casa, adolescentes, jubilados... son los que más mangan, desde hace tiempo. YOMANGO sólo será interesante si logra conectar con toda esa gente en su terreno, si no se limita a ser el enésimo gesto de retórica desobediente de antiglobis y modernillos. RAPSESIONES-YOMANGO es un punto de encuentro donde intercambiar maquetas, cd's y consejos, donde circulan las fichas del GordoPilo y donde le sacamos punta al hiphop como cultura de resistencia y sabotaje.

9. YOMANGO es una franquicia que te montas donde quieres. El estilo YOMANGO es un proceso abierto. Crea herramientas, prototipos y dinámicas que fluyen y proliferan, que esperan ser reapropiadas y circular. Una marca que es de todo el mundo. Que va y viene del común. Y recuerda: YOMANGO, sólo en tu centro comercial.

10.YOMANGO. ¿Lo quieres?... Lo tienes.

(Extraido o, ¿por qué no? mangado de http://www.yomango.org/ )