Utiliza las cosas que te suceden,
este leve mareo, la fuerza de voluntad.
El martillo hidráulico afuera,
adentro, teclas, imágenes.
Ricard habla por el móvil,
pasea arriba y abajo.
Una hora antes de salir en el reloj pixelado:
Qué hora más larga. Qué asco.
Material de oficina, coca-cola cero,
vasos comunicantes y excursiones al lavabo.
Alimentando a la máquina, maquinando.
Puteada y puteando.
Ruido de intestinos en PPP.
Vulevo a mirar la hora. Me rasco.
Todo lo que me interesa está en otro sitio.
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Una buena bomba en la oficina, sí señora.
ResponderEliminaroficinistas = el verdadero proletariado de hoy
ResponderEliminarYo lo soy y lo odio
Great.
ResponderEliminarLo peor es que una vez llegues al destino deseado terminarás opinando igual.
Yo también odio mi oficina. La mía y todas, pero especialmente la mía. Jeje. Me ha gustado el poema. Un saludo.
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