martes, 25 de agosto de 2009

Ascesis


Cada vez que renunciaba, avanzaba un paso en su camino hacia la perfección.

Cumplía ya ventitrés días de ayuno: vivía de agua, agua, agua. El agua la atravesaba. Volvía a salir tan limpia y prácticamente tan fría como había entrado. A continuación, empezaba de nuevo. Era imposible estar más limpia. Se lavaba constantemente, por dentro y por fuera.

Se levantó llena de energía. Se había convertido en una adicta a la fuerza que genera el hambre. Aquel día quería llegar más lejos, pero no sabía cómo.

Antes de entregarse al ayuno total, había iniciado una serie de privaciones y que habían ido aumentando progresivamente. Cada nueva restricción le proporcionaba un placer indescriptible, sensaciones de poder y dominio nunca antes experimentadas. Ahora una amenaza de vacío se cernía sobre ella, ¿de qué más podría prescindir? si dejaba de beber, eso lo sabía, no seguiría viva mucho tiempo. Y era importante seguir viva, no podía morir precisamente ahora, que empezaba a entrever la felicidad.

Bajó las escaleras, entonces vivía en un quinto piso y hacía mucho tiempo que había renunciado al derecho a usar el ascensor. Salió a la calle y echó a andar sin una dirección concreta, huyendo de la sombra: exponiéndose valientemente a la canícula se sentía Juana de Arco.
Se paró delante de un hospital. Había tenido una idea.

"Buenos días. ¿El banco de sangre, por favor?"

¡Medio litro de sangre! ¡Eso! ¡Todavía podía desprenderse de eso! Respondió al cuestionario. Mintió sobre su peso. Tenían tantas ganas de recolectar su sangre, como ella de donarla, sólo así se explica que cuando midieron la densidad de una gota que extrajeron de su dedo, la dieran por buena. Tumbada en la butaca, con la vena perforada se aplicaba en apretar un globo terráqueo de gomaespuma más fuerte, más rápido. Hubiera querido poder ir cada día.

No la dejaron ir sin tomarse al menos un zumo. Volvió a casa corriendo. Intentó subir así las escaleras, pero en el tercer piso notó que se le nublaba la vista y le zumbaban los oídos. Se agarró a la barandilla y se esforzó por llegar al rellano. Sólo dos pisos más ¡Ánimo! aminoró el ritmo, pero no se detuvo. Cuarto piso ¡muy bien! Cotinuó, ciega y sorda. No importaba, conocía el camino. Se desmayó delante de la puerta de su casa y se golpeó la cabeza contra un escalón. Antes de perder el conocimiento, tuvo tiempo de percibir cómo se le humedecía el pelo. ¡Sangre! ¡Sangre! Y se abandonó al éxtasis.

lunes, 17 de agosto de 2009

Ocho Horas

Ese tío es muy raro. Yo digo que es gay... como si lo viera, vamos.

Tenía la voz muy finita y era extremadamente pulcro: siempre tan relimpio él, olía a jabón y a After Shave. Yo empezaba a trabajar a las 7, él a las 9.

Éramos muy modernos. Leíamos revistas de modernos. Nos mirábamos de esquinilla, controlábamos nuestras indumentarias respectivas. Yo tenía novio, entonces. Muy moderno, también. Éramos de los que llevan gafas, las necesiten o no, viajan regularmente a Londres, van a festivales de música independiente, leen fanzines... esas cosas.
Llevaba la misma Harrington azul que mi chico, me fijé porque era muy rara. Un día nos pusimos a hablar: a los dos nos había gustado La Conjura de los Necios. Estudiaba música y tocaba en un grupo, yo estudiaba también: quería ser actriz.

Íbamos a desayunar en los descansos, con sus amigos y mis amigas. Caminábamos todos juntos hasta el metro a la salida. Hablábamos de discos (de vinilo, por supuesto), de películas, de proyectos... me hacía reír todo el tiempo.
Una noche soñé con él. Yo estaba paseando y me robaban los zapatos y no podía caminar y entonces me lo encontraba y le contaba lo que me había pasado y él tenía unas zapatillas que yo podía llevar y me sentía mejor... y cuando me desperté, me di cuenta de que no hacía más que pensar en él.. y miré al que dormía a mi lado y no supe que hacer. Y no hice nada. Durante las semanas que siguieron estuve jugando. E-mail va, e-mail viene. No quería reconocer que algo estaba pasando, pero es que algo estaba pasando.

Ocho horas, todos los días, primero esperando el descanso; luego, esperando el camino hasta el metro.

Y un día recibí un mensaje. Mi novio, decía que estaba harto de mí. Que creía que le estaba engañando. Tenía razón, pero lo negué, claro: no era lo que él estaba pensando. Dio igual, aquello fue el final. Lloré mucho, pero me quité un peso de encima.

Nos envíabamos mensajes. Íbamos a ir al cine cuando yo acabase mis exámenes. Pero no fuimos al cine. Nos quedamos toda la tarde en un bar. Bueno, en dos bares. Hablando, bebiendo, mirándonos a los ojos sólo de vez en cuando, en repentinos alardes de coraje, siendo ingeniosos y encantadores con todas nuestras fuerzas. Mi casa no estaba lejos. Fuimos caminando. Me acompañó hasta el portal ¿infantil? éramos así. Me abrazó y me besó en la boca, despacio, despacio.

Al día siguiente lo mismo: ocho horas de miradas con descanso para un café rodeados de gente y un besito robado en el ascensor, ahora que nadie nos ve.

martes, 11 de agosto de 2009

La Fiesta

Tras comprobar que no estaba sentado en la terraza, Silvia, con flores amarillas, entró en el bar y preguntó la hora. Habían quedado a las 12 y ya se retrasaba 10 minutos. No podía llamarlo, la noche anterior el móvil se había quedado sin batería, así que él tampoco hubiese podido avisarla por teléfono de un imprevisto hipotético que le hubiera llevado a cambiar de planes. Se puso nerviosa. Era sábado: si perdía el tren de y treinta y cinco, no habría otro hasta al cabo de cuarenta minutos. Llegaría tarde y su en su família era tenida por una persona impuntual y egoísta, no quería darles ocasión de reafirmar su teoría. De hecho,no compartía en absoluto esa opinión. Su madre tendía a etiquetar a la gente, o a ella, al menos, y una vez que lo hacía era imposible sacarse de encima el sambenito. Por ejemplo: Desde aquella vez que perdió las llaves de casa y al cabo de pocos días le robaron el bolso (con la llaves dentro) de un tirón, Silvia se convirtió, a ojos de su madre y de todo aquel que quiso escucharla, en una despistada, alguien en quien no se puede confiar, por los siglos de los siglos, Amén. No importaba que de aquello hiciese ya casi doce años, esta anécdota (y otras por el estilo) eran citadas todas y cada una de las veces que Silvia cometía el menor de los descuidos. Así son las madres, supongo . Y , supongo que también es cualidad materna el pensar y decir que sus hijas son impuntuales, desagradecidas y tienen un gusto pésimo a la hora de vestir.

Dudó entre esperar o marcharse sin él y, finalmente, pidió un café con leche y un móvil. La camarera la miró perpleja, y ella le explicó lo de la batería, la cita que se retrasaba, la posibilidad de un intercambio de tarjetas SIM.


-¿Qué móvil tienes? ¿Quieres probar con mi cargador?

Tenía un Nokia y el cargador era el adecuado. Él ya estaba llegando. Perdieron el tren.

Ambos se habían ido a dormir tarde y no tenían ganas de hablar, pero lo intentaron mientras esperaban al siguiente y bebían coca-cola. Una vez a bordo, ella hizo como que dormía y él empezó el libro que ella llevaba para regalar a su madre. El mismo libro (el mismo título, el libro era otro) que ella había leído una mañana de un tirón antes de levantarse de la cama unas semanas antes. Él, sin embargo, no tuvo tiempo de terminarlo en los cincuenta minutos que duró el trayecto, así que Silvia resolvió interiormente, con ese instinto proselitista que nos despiertan los libros que realmente nos gustan, regalárselo también a él.

En el pueblo, ella le enseñó algunas casas bonitas que había en el camino de la estación a la casa.

Silvia le dió las flores y el libro a su madre. Había mucha gente ya, pero aún faltaba para que empezaran a comer. Había llovido un poco un rato antes y habían decidido trasladar la mesa adentro. Sílvia le presentó a los invitados: a su hermano, al novio de su madre, a los amigos... al tiempo que ella los saludaba. Casi todos la abrazaban, se alegraban de verla, se admiraban de lo guapa que estaba; muchos la recordaban de pequeña.

Sílvia sirvió vino y le enseñó la casa y después salieron a la terraza y observaron divertidos cómo los voluntarios encargados de las brasas discutían sobre la mejor manera de asar calçots. Sílvia bajó a ver si su madre necesitaba que le echasen una mano, él prefirió seguir arriba, descojonado con las bromas de los "chicos". Su madre estaba con sus amigas, todas contentas por estar juntas y por el vinillo. Silvia se sirvió más vino y subió unos aperitivos a la terraza. Escaleras arriba y abajo, subiendo leña o bajando botellas vacías, se iban cruzando los invitados.
Llegaron los australianos, recién aterrizados y completamente sobrios y seguro que lo encontraron todo muy raro. Uno de ellos, vegetariano, preguntó qué se estaba cociendo en las brasas. Carcajada general, Sílvia sirvió más vino: "Don´t you worry, it´s just onion"

Sólo cebollas. Después de un viaje de más de 30 horas, por fin estaban en Europa, concretamente en una calçotada en un pueblo de las afueras de Barcelona. Y descubrían que detrás de esta misteriosa ceremonia lo único que había era... cebollas. Debieron de creer muy ciertos los tópicos sobre los catalanes. Algunos invitados discutían acaloradamente, ahora sobre si nuestras antípodas exactas caen en Australia o en el mar, Silvia y su hermano traducían, de vez en cuando, parte de la conversación a los australianos y discutían por su parte acerca de la mejor manera de decir esto o aquello en inglés, las amigas de la madre señalaban lo bien que hablaban el inglés los dos hermanos y, mientras tanto, se servía vino.

Todos hablaban cada vez más, cada vez más alto, cada vez mejor inglés y cada vez con mayor intimidad.

Silvia, en la cocina con su madre y las amigas, les habló de él, les aclaró que no eran más que amigos y que le había invitado a la fiesta para tener compañía y porque sabía que les iba a caer bien. Alguien ofrecía trabajo a alguien. El hermano invitó al sector más joven de los australianos a una fiesta en Barcelona la semana siguiente. Los calçots se hacían en la brasa. Arriba y abajo se servía más vino. Se sentaron a comer.

Silvia hablaba mucho y comía poco. Servía vino. Propuso un brindis, cantó una canción y trató de subirse a hombros de su hermano, pero se cayó y todos pudieron ver su ropa interior. Discutió con su madre cuando esta trató de impedirle que se sirviese más vino y tuvo la iniciativa de organizar una batalla con la tarta de cumpleaños como munición. Su hermano la detuvo, la arrastró fuera del comedor y la acostó en una cama.

Silvia lloró: su vida era una mierda. Hacía mucho tiempo ya que no tenía fuerzas para nada. Le costaba un mundo levantarse de la cama. Cada vez le resultaba más difícil seguir unos mínimos hábitos de higiene personal y mantener la ilusión de normalidad con que engañaba a los suyos. Cualquier gestión que implicase salir de casa (como ir al banco y pagar facturas) empezaba a parecerle imposible. Pensaba en la muerte, en la locura, en que, tal vez, la vida fuese más fácil para ella en un manicomio, o viviendo en la calle, dejándose llevar por la pendiente, sin necesidad de esforzarse nunca más.

Él no notó su ausencia hasta mucho más tarde, la fiesta estaba animada y se lo estaba pasando bien. Ahora peroraba contra USA y Barak Obama, bebía orujo y pasaba un porro. La madre hacía como que no veía y hasta se fumó un cigarro ella misma, que había dejado de fumar hacía años.

Fue a buscarla cuando se percató de que no estaba. Se metió en la cama con ella y la besó en la boca. "Aquí no, tío, que es la cama de mi madre".

lunes, 10 de agosto de 2009

10 CLAVES PARA UN ESTILO DE VIDA YOMANGO

"Antes muerta que sencilla".Faustina Patterson


1. Es conocido, las marcas quieren vender cosas, pero saben que sólo sobrevivirán en el mercado postmoderno si se asocian con éxito a la representación estilizada de una forma deseable de vida: sea el joven vividor del Martíni, o el del vaquero solitario y duro del Marlboro country. YOMANGO, mira tú por donde, no te va a vender nada, pero también te puede proponer un estilo de vida.

2.En los 50 y los 60, en la era fordista del capitalismo, la normalidad era un estilo de vida definido por su respetabilidad y cualquier otra cosa era mear fuera del tiesto. Ahí apareció la contracultura y la enésima bohemia: en aquellos felices tiempos las extravagancias, lo negro, lo raro, era revolucionario... Pero eso se acabó: en el capitalismo cultural, el postfordista, las diferencias, los estilos de vida alternativos no son sino sectores de mercado a ser atendidos y servidos, es decir, comprados y vendidos a mayor gloria del capital. ¿Podríamos proponer estilos de vida, modos de hacer, que no fueran inmediatamente deglutibles como cualquier otra moda? Si llevar ropa vieja, o vaqueros desgarrados o gorra de rapero se ha podido insertar en la lógica económica del capitalismo tardío: ¿sucedería lo mismo con un estilo de vida YOMANGO?

3.El capitalismo cultural sobrevive mediante la explotación de la inteligencia y la creatividad colectiva. El mercado se nutre de las ideas, de las formas de vida, de las múltiples maneras en que la gente se expresa mediante la palabra, el vestido, los gestos, la sexualidad... El capital se apropia de tus deseos, de tus expectativas, de tu experiencia...y luego te la pretende vender en una forma alienada, tonta y cara por lo general, ajena a ti, convertida en "cosas" que tú puedes comprar. El estilo YOMANGO propone "reapropiarse", legitimar y extender la "expropiación" de lo que, de hecho, previamente a su conversión en "cosas", pertenece al común. YOMANGO pone al alcance de tu mano lo que es tuyo y, todo sea dicho, está al alcance de tu mano.


4.El mercado ofrece una falsa alternativa, una falsa libertad de elegir entre una u otra vía para destinar tu dinero, tu deseo o tus ilusiones, hacia esta marca o aquella, casi siempre en beneficio del mismo empresario. YOMANGO acomete la libre concurrencia afirmando: la verdadera alternativa es DINERO vs. YOMANGO. El resto es comercio. El resto es trabajar consumiendo. YOMANGO no es trabajo explotable: es una forma extraña de gratuidad mediante la paradoja: dinero gratis. YOMANGO es la mano que en una danza insumisa traza en el aire de tu centro comercial el arco del deseo, sin mediaciones: directo del estante a tu bolsillo, sin dinero ni tarjetas.

5."Mangar", obtener las cosas "bajo manga" tiene su gracia y su técnica: YOMANGO así es también la producción de herramientas (ropas, complementos, instrumentos...) y el afianzamiento gestos cotidianos (comportamientos, acciones...) para vivir YOMANGO. No es una cuestión de secretitos ni de complejas tecnologías, se trata de hacer viable un sabotaje cotidiano y gozoso al capital. Se trata de inventar nuevos gestos que, en su repetir, abran nuevos mundos en los que habitar: "comprar" es un ejercicio pasivo, aburrido, alienante, un acto socialmente predeterminado. "Mangar" no sólo puede ser un acto de sabotaje con el que consigues los ingredientes para el cocido, puede ser también una práctica creativa y excitante.

6.YOMANGO no es el fomento de la propiedad privada por otros medios. No propone la acumulación de cachivaches y quesos camembert. Consiste en llevar al extremo la libre circulación de bienes. Redescubre la generosidad, el capricho, la indeterminación. Reaprópiate y haz circular, satisface los deseos y necesidades de tus semejantes. Invita en tu casa a cenas YOMANGO. Cuando un desconocido te regala un fuet.. eso es YOMANGO.

7.Pues igual que el mercado coge tu deseo y lo convierte en cosa, resulta que coge los espacios públicos y los convierte en hipermercados, donde no hace ni frío ni calor y donde hasta mear cuesta dinero. Es como si hubieran comprado la plaza mayor de tu pueblo y le hubieran puesto cámaras, guardias y cajeras. Buen rollito mientras juegues el juego para el que está hecho su tablero y aceptes las reglas de una abundancia que es la otra cara de la precariedad -azafatas, camareros, la chica que cuida de tus niños en el castillo hinchable. Seas cliente o empleado, ¿qué más dará?, YOMANGO y YOPITO plantea convertir esos maravillosos sitios en lugares de conflicto comestible: completa tu salario mediocre arrasando con lo que puedas, llévate ropa de la tienda, come y da de comer gratis, haz la vista gorda cuando veas asomar el jamón por debajo de ese abrigo.

8.Amas de casa, adolescentes, jubilados... son los que más mangan, desde hace tiempo. YOMANGO sólo será interesante si logra conectar con toda esa gente en su terreno, si no se limita a ser el enésimo gesto de retórica desobediente de antiglobis y modernillos. RAPSESIONES-YOMANGO es un punto de encuentro donde intercambiar maquetas, cd's y consejos, donde circulan las fichas del GordoPilo y donde le sacamos punta al hiphop como cultura de resistencia y sabotaje.

9. YOMANGO es una franquicia que te montas donde quieres. El estilo YOMANGO es un proceso abierto. Crea herramientas, prototipos y dinámicas que fluyen y proliferan, que esperan ser reapropiadas y circular. Una marca que es de todo el mundo. Que va y viene del común. Y recuerda: YOMANGO, sólo en tu centro comercial.

10.YOMANGO. ¿Lo quieres?... Lo tienes.

(Extraido o, ¿por qué no? mangado de http://www.yomango.org/ )

viernes, 7 de agosto de 2009

Su crimen es haber fundado escuelas

"Now he is dead, but it is our duty to resume his work, to continue it, to spread it, to attack all the fetishes which keep mankind under the yoke of state, capitalism and superstition". Palabras pronunciadas por Kropotkin en Londres tras el asesinato de Francesc Ferrer i Guardia.

El 13 de Octubre de 1909, Francesc Ferrer i Guardia fue juzgado y fusilado en el foso de Santa Amalia, en el castillo de Montjuïc. Para conmemorar el centenario de la muerte del ideólogo de "La Escuela Moderna", la Asociación Francesc Ferrer i Guardia ha iniciado una campaña para conseguir que una calle o plaza de Barcelona lleve su nombre. Para que su vida, su obra y su muerte, después de un juicio vergonzoso, sirvan de inspiración y no sean víctimas de la desmemoria histórica a la que, con tanta frecuencia, tendemos en este país.

De él dijo Anatole France: «Su crimen es el de ser republicano, socialista, librepensador; su crimen es haber creado la enseñanza laica en Barcelona, instruido a millares de niños en la moral independiente, su crimen es haber fundado escuelas» Pues eso.

Para leer el manifiesto y apoyar esta iniciativa http://www.ferrerguardia.org/

Trailer

http://www.youtube.com/watch?v=-r3jRJLORBY

Sólo puede quedar uno.


A pesar de:

Christopher Lambert y su expresividad...mineral.
Que nadie nos cuenta qué pasaría si quedase más de uno. Si los últimos vivos fueran, pongamos, Connor y Ramírez ¿Tendrían que luchar también, aunque sean los buenos?
La chica de la peli.
Que los efectos especiales y la estética ochentera se han quedado viejunos.
Que "cagarros como puños" sería un término comparativo adecuado para las secuelas inmundas en que degenera la saga.
Que en algunos momentos se alcanzan unas cotas de ñoñez y sensiblería tales que el vómito aparece como única reacción aceptable (véase a Heather, su amada esposa ya anciana, trotando por las colinas de las Highlands, corderito en ristre, cual Heidi preadolescente.)


"Los Inmortales" me va pooorque:


Me sigue gustando la historia.
Sean Connery (Sean Connery es un argumento a favor en sí mismo, del mismo modo que "la chica de la peli" lo es en contra).
Por Kurgan (Clancy Brown), que da miedito y risa a partes iguales. Pero risa en plan bien, por ejemplo, cuando se cachondea de un par de monjitas y lame la mano de un señor cura, en una secuencia altamente molante.
Lambert no es un gran actor pero , mira por donde, a veces despierta ternura.
Porque tiene frases y momentos para el recuerdo.
Por la foto, que es acojonante.
Por algunas transiciones. Brutales.
Por Queen.

jueves, 6 de agosto de 2009

El día de la marmota

Me despierta a bofetadas un sueño que no consigo recordar. Sé que está ahí, juega al escondite conmigo, pero llevo un segundo despierta ya y sé que tiene todas las de ganar.
Quiero volver a dormir, ¿qué hora es? ¡Me cago en mi reloj biológico!
Salir de la cama cada mañana: Someter mi cordura a un examen diario, testar mi voluntad una y otra vez, a la peor de las horas. No las tengo todas, yo: Tanto va el cántaro a la fuente...
De 10 en 10 minutos prorrogo la agonía: pipipip! Hoy no desayuno... Pipipipi! Hoy no me ducho... Pipipipi! Hoy no me visto ¿Hoy no me visto? ¡CORRE, CORRE, CORRE!