lunes, 28 de septiembre de 2009

Nunca digas Nunca

-Antonioni, la ginebra, el foie de oca, las películas de miedo, la cocaína, el sexo anal, dormir de día y...y... yo. Sólo te doy algunos ejemplos de cosas que decías que no te gustaban y que ahora...

-Te pasas.

-Lo que digo es que no puedes saber si algo te gusta o no hasta que lo has probado.

Ella se encogió de hombros: cuando tiene razón, tiene razón.

Esta certeza no le impedía construir nuevos prejuicios en el espacio que habían dejado los antiguos: ahora no le gustaban el ajo o la música electrónica; odiaba ir en metro, los jerseys con capucha y las novelas de Updike, por señalar algunos ejemplos. Cuando le hizo la propuesta, de entrada dijo "no". Él era capaz de convencerla casi de cualquier cosa, pero ¡Éso! Éso era demasiado.

Se habían conocido hacía unos meses en la productora donde trabajaban. Ella tenía un papel en la serie, él estaba en el equipo de producción. Tardaron bastante en hablar, había mucha gente y trabajaban con horarios muy distintos.

Un día se encontraron junto al cátering, y él le dijo que sus labios le recordaban a los de Mónica Vitti. Ella sonrió, muy dulce y cuando llegó a casa tecleó en Google "Mónica Vitti".

Al cabo de unos días, ella se entretuvo a propósito para salir al mismo tiempo que él, y en lugar de coger un taxi dejó que la llevara a casa y la invitara a una copa: "Dos Tanqueray con tónica". Ella no dijo nada. Dio un sorbo a aquella bebida amarga y se le erizó el vello de la nuca. ¡Qué extraño! le recordó a cuando de jovencita hacía gárgaras con colonia para que su madre no notase que había fumado. Nunca bebía ginebra. En realidad, no bebía casi nunca. Dio otro sorbito. Mejor. Notó el olor de la corteza de limón, cerró los ojos y escuchó las extrañas historias que él le explicaba.

Pasaron juntos esa noche juntos, y todas las noches que siguieron, hasta que llegó el momento: él iba a contarle Su Secreto. Habían bebido, ella reía y reía: lo había tomado a broma. Él ya lo tenía previsto; había preparado un espejo y lo colocó enfrente. Ella se puso muy nerviosa. Histérica.

Explicarle su historia y que se tranquilizara le costó dos horas y siete chupitos. Ahora sí. Insistió:

-¡Piensa en lo que te estoy ofreciendo! ¡No envejecer jamás! Siempre ese cuerpo , esos ojos... ¡Amor mío! No me atrevo a imaginar todas las noches que nos quedan por delante, todo lo que podemos descubrir. Siempre juntos ¿entiendes? Y ella, que nunca supo decirle que no, se abandonó a sus brazos y le ofreció el cuello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario