miércoles, 28 de octubre de 2009

Pregúntale al polvo

Pregúntale al polvo, traducción de Antonio-Prometeo Moya, Anagrama, Barcelona, 2001, 205 pp.

Cada vez que encuentro alguna novela o colección de relatos de Fante que aún no he leído me tiemblan las manos y preparo el bolso: tiene que ser mío (me pasa lo mismo con Dodge, Vonnegut, Carver y muchos otros). Si, por un lado es inevitable que los libros de Fante se me acaben un día de estos, por el otro, la lista de autores cuyo catálogo aspiro a completar no deja de crecer. Valga una cosa por la otra. No puedo evitar, sin embargo, que me de mucha penita saber que ya nunca más me veré sorprendida como la primera vez ante las cuitas de Arturo Bandini.

Pregúntale al polvo (1939) cierra la tetralogía sobre Arturo Bandini, trasunto del propio Fante, y el proyecto de escritor más contradictorio que pueda uno imaginarse. Bandini se debate entre los delirios de grandeza y la conciencia de ser un don nadie; entre el orgullo patriótico americano y sus orígenes italianos; entre Dios y el ateísmo; entre el cinismo y la ternura; entre la generosidad desmesurada y la racanería que le lleva a pelearse por cuatro chavos; entre el amor y el odio; entre el idealismo más noble y el desprecio más rastrero... Real como la vida misma, Pregúntale al polvo es una pequeña historia de amor en el Los Ángeles de los años 30 entre el escritor y una camarera mexicana.
Es una narración sencilla, directa que, como todas las de Fante, habla de lo cotidiano, pero sin ser nunca trivial, que encara el tema de los conflictos raciales en la California de los años 30 de un modo radicalmente original. Totalmente alejado de la corrección política, directo, provocador y rebosante de ternura, me declaro fan incondicional de este autor. Pregúntale al polvo es, exáctamente, la novela que me hubiera gustado escribir a mí: breve, sincera y emocionante.

4 comentarios:

  1. Hola wapa, he estado leyendo algunos posts antiguos tuyos y me han gustado mucho, aunque algunos deberé releerlos porque hace tiempo que no leo novela. ¿Tienes escrito algún relato largo? Podría ser interesante leerlo. Un abrazo y a seguir con este buen trabajo.

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  2. Caramba, ¡muchas gracias! También me gusta mucho tu blog, aunque como pobre chica de letras que soy, los debates sobre física cuántica me resultan algo tan esotérico como lo de que Dios es uno y trino. Fascinante e inalcanzable.
    No he escrito nada largo, La idea me ronda, pero me temo que carezco de la disciplina necesaria para hacerlo, en cualquier caso, te lo haría saber. Un beso.

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  3. Yo creo que lo largo ha muerto un poco, no? Estamos en la era de los canapés, de las pastillitas. De lo pequeñito.
    Siempre nos hicieron gracia los diminutivos y ahora que los tenemos aquí...

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  4. Estoy de acuerdo contigo, abuela, en parte. Es cierto que muchas veces se escriben miles de páginas (o se gastan kilómetros y kilómetros de película) en cualquier subnormalada, con la intención (digo yo) de dotarlas de la supuesta dignidad del Largometraje, la Obra Magna, La Enciclopedia o lo que sea. Pero también es cierto que esta tendencia a lo breve, a las pastillitas, como tú dices, nos lleva muchas veces a que la gente no se lo curre y se crea que vale todo. Una cosa no debería tener relación con la otra, se le debería conceder a cada asunto la extensión que necesite y punto, pero el hecho es que no es así. El ejemplo más claro son los putos cortos: hoy en día ¿quién queda por dirigir un corto? ¿Qué porcentaje de los cortos que nos tragamos es una caca?

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