jueves, 29 de octubre de 2009

Pequeño Relato Gótico



Querida mía, esta noche has de saberlo todo. Eras tan sólo una niña la primera vez que vine a visitarte y sin embargo ya podía adivinar en tus ojos ese brillo, entonces inocente, que iba a convertirse en llama ardiente de pasión. No lo recuerdas, protestas, pero he estado observándote fascinado en la sombra. ¡Mi preciosa amiga! ¡y cuánto te amaba ya entonces! Siempre has sido mi obsesión. Has desbordado las expectativas que deposité en ti cuando eras una niña. No, no debes preguntar por el pasado. He dicho que desde hoy no habría más secretos, pero deja que sea yo quien te cuente... Quieres saber si hubo otras antes que tú. Complicada cuestión... Sí y no. Soy muy viejo ya, mi querida niña, las cosa son complicadas, tanto podría decir que hubo otras como que no las hubo en absoluto, porque, en realidad no eran otras ¡siempre fuiste tú!. No espero que lo entiendas ahora ¡eres tan joven!


Tu primer recuerdo de mí tan sólo se remonta a la feliz velada de aquel baile cuando te estreché entre mis brazos por primera vez. Ya nunca más volveré a escuchar ese vals sin que todo mi cuerpo se estremezca. No me juzgues severamente si en aquel momento no te dije toda la verdad. Era necesario, querida, en seguida lo comprenderás. Tampoco fui sincero con tu padre, pero esto no me causó ningún dolor. ¡Engañar al ser amado! ¿cabe imaginar mayor tortura para un hombre enamorado?

No me resultó difícil hacerme pasar por un pariente lejano. Fue muy útil toda la información que había recabado durante los largos años en que te había estado observando (o debería decir adorando) en la sombra, pero creo que la fortuna que me intuyó el caballero al ver mi coche y mis modales hubiesen bastado. Aprenderás, querida niña, que un caballero de mi edad y mi experiencia no puede dejar al azar el ser bien recibido en una casa en la que hay una doncella joven y hermosa como tú, de manera que me aseguré de que un par de negocios de tu padre fracasaran antes de atreverme a llamar a tu puerta. De este modo, tu padre iba, sin duda, a contemplar con mejores ojos a este viejo hombre de mundo.


Pero seamos justos con el anciano señor, que jamás hubiera accedido a que fueras cortejada por mi en contra de tu voluntad, por muy rico que yo fuera, y que de haber sabido la verdad hubiera puesto todos los medios a su alcance para evitar que yo te siguiera visitando. Lástima, querida mía, que poco hubiera podido hacer contra mí tu pobre padre...


Mis visitas nocturnas empezaron casi inmediatamente y, pese a tu natural reticencia, no me traicionaste ante tu padre o los criados. Después he sabido que también me amabas ya entonces. Me has obedecido y no has hecho preguntas, y yo he venido a visitarte cada noche. Y en estos días tristes en que tu enfermedad te ha mantenido recluida en tu habitación, no me he separado de tu lado por la noche.
Querida mía, tú y sólo tú me has dado la vida con la fuerza de tu amor. Deja que me acerque, no debes temer. Vivo de ti, amada mía. Bebo de tu vida, mi corazón helado sólo late a través del tuyo. Es tu calor lo que me da la vida. Ha llegado la hora de que yo te de algo a cambio, pero debes tener confianza, esa debilidad que ahora te embarga, pronto cesará y vivirás junto a mí por siempre Nada podrá separarnos ya, ni tan siquiera la Muerte. Juntos por toda la Eternidad...

miércoles, 28 de octubre de 2009

Pregúntale al polvo

Pregúntale al polvo, traducción de Antonio-Prometeo Moya, Anagrama, Barcelona, 2001, 205 pp.

Cada vez que encuentro alguna novela o colección de relatos de Fante que aún no he leído me tiemblan las manos y preparo el bolso: tiene que ser mío (me pasa lo mismo con Dodge, Vonnegut, Carver y muchos otros). Si, por un lado es inevitable que los libros de Fante se me acaben un día de estos, por el otro, la lista de autores cuyo catálogo aspiro a completar no deja de crecer. Valga una cosa por la otra. No puedo evitar, sin embargo, que me de mucha penita saber que ya nunca más me veré sorprendida como la primera vez ante las cuitas de Arturo Bandini.

Pregúntale al polvo (1939) cierra la tetralogía sobre Arturo Bandini, trasunto del propio Fante, y el proyecto de escritor más contradictorio que pueda uno imaginarse. Bandini se debate entre los delirios de grandeza y la conciencia de ser un don nadie; entre el orgullo patriótico americano y sus orígenes italianos; entre Dios y el ateísmo; entre el cinismo y la ternura; entre la generosidad desmesurada y la racanería que le lleva a pelearse por cuatro chavos; entre el amor y el odio; entre el idealismo más noble y el desprecio más rastrero... Real como la vida misma, Pregúntale al polvo es una pequeña historia de amor en el Los Ángeles de los años 30 entre el escritor y una camarera mexicana.
Es una narración sencilla, directa que, como todas las de Fante, habla de lo cotidiano, pero sin ser nunca trivial, que encara el tema de los conflictos raciales en la California de los años 30 de un modo radicalmente original. Totalmente alejado de la corrección política, directo, provocador y rebosante de ternura, me declaro fan incondicional de este autor. Pregúntale al polvo es, exáctamente, la novela que me hubiera gustado escribir a mí: breve, sincera y emocionante.

lunes, 26 de octubre de 2009

Moon, 2009 Duncan Jones

El revuelo mediático que ha acompañado el estreno de Moon, sumado a la insistencia en compararla con Solaris , Atmósfera 0 o 2001, son dos factores que pueden entorpecer una valoración crítica que sea justa con la película. Si bien es cierto que nos asaltan constantemente el dejà vu estético y las indisimuladas referencias al sci-fi más reflexivo, esta película merece ser vista como lo que es: un pequeño thriller de ciencia ficción que plantea cuestiones como la soledad, la identidad y el sentido de la vida en el marco claustrofóbico de una estación lunar. Ver en esta película pretensiones de cult movie instantánea nos va a llevar, sin duda, a resistirnos a ella, a cogerle manía automáticamente. Normal, porque no son pocos los realizadores indie que bajo el pretexto del homenaje o la sencillez de medios, nos matan de sueño con artistificados truños que fusilan los mismos tópicos sin una pizca de gracia o de vegüenza. No es el caso.
No es cierto que se trate de una película sin efectos especiales, en realidad los hay, pero menos cantosos de lo que estaos acostumbrados a ver. La mayor parte se han realizado (con bastante gusto) a partir de maquetas. Esto le va de perlas a la atmósfera retro-futurista que envuelve la película y que junto a la fotografía de Gary Shaw y la hipnótica música de Clint Mansell (responsable de la BS de Réquiem por un Sueño) circunscriben el mundo el pequeño y aséptico mundo en el que se maneja el operario de una estación lunar, interpretado por un enorme Sam Rockwell, con la única compañía de Gerty(un guiño al HAL 9000), el ordenador que le acompaña y , en un momento dado incluso le consuela, y de un visitante inesperado.
Tal vez el argumento no sea el colmo de la originalidad, ni falta que le hace. Una vez más, como en Blade Runner, o las citadas 2001 y Solaris, el futuro y la tecnología son la excusa para plantear una hipótesis y filosofar sobre la condición humana.
Ópera prima del hijo de David Bowie, la película que arrasó en Sitges (y que me perdí, para ir a verla al día siguiente en los Verdi), Moon nos permite soñar con un futuro cercano en el que la ciencia ficción sea algo más que el escenario de experimentos digitales y demás cacharrería. A la espera del segundo largo de Duncan Jones, trataré de hacerme con los cortos.

viernes, 23 de octubre de 2009

Lullaby

Duermes desnudo de cintura para abajo,
arriba, camiseta blanca de manga larga, si te destapas
no tendrás frío.
Duerme, mi niño.
Tú piel está muy caliente, la mía no. Templo mi culo en tu vientre, mis pies en los tuyos: Yo duermo desnuda del todo.
Intento adaptarme tu ritmo: inspiro el aire que tu vienes de exhalar;
aliento reciclado, aire tibio,
delicias de invierno.

Me atrapas entre tu cuerpo y la pared, no quepo.
Para no despertarte, me muevo despacio ¡cuidado, cuidado!
A veces no lo consigo, susurras una queja, exiges mimos.
O peor, gruñes y me das la espalda.
Da lo mismo. Tardarás medio minuto olvidarlo, contando con que te hayas enterado.
Sueñas sin hacer ruido. Eres mi hijo, mi padre y mi marido.
A veces me da por pensar que yo misma te he parido.
Rellena de ti en pequeñito,
que siempre he estado a tu lado, vigilando,
aún cuando no te conocía, para que no te hicieras daño.
¡Mi niño! ¡Sólo mío!
Me das la noche, no duermo.
Me das envidia.
Te miro mientras duermes, yo no tengo ese talento.
¿Se puede ser más bonito?
Estás durmiendo a mi lado y te echo de menos,
te echo de menos y tengo celos
de cuando no te conocía (qué tiempos)
¿lo entiendes?

viernes, 16 de octubre de 2009

Lorca para Teenagers


Suma y Vencerás.
No hay nada que empeore por añadirle unos cuantos zombies ¡Todo lo contrario!
El pasado mes de Junio, me rechazaron en un cásting para girar por los institutos de España con la versión convencional de La casa de Bernarda Alba, aunque en el momento me apetecía un montón, pensándolo bien...¡Menos mal! Ahora estaría enfrentándome a los bostezos de desmotivados estudiantes de la E.S.O. incapaces de identificarse con el texto. Y con razón: los chavales, que hoy tienen toda la libertad del mundo, no van a comprender la docilidad de las hijas de Bernarda. Y si los personajes nos son tan ajenos, difícilmente nos emocionarán; y un teatro que no activa ciertos resortes emocionales ¿a quién le interesa?
Es aquí donde el sentido del humor puede jugar un papel muy importante. La risa es una emoción, al fin y al cabo. Y no de las menores.
Me encanta esta idea de Jorge de Barnola, Roberto Bartual y Miguel Carreira, tal vez no vaya dirigida precisamente a estudiantes, pero no estaría mal: riámonos de Lorca un rato, porque tiempo habrá de sobra para llorar con él.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Turismo Nocturno

Llegaron el 3 de Septiembre, me acuerdo perfectamente porque ese día Laura empezaba a ir a la guardería. Yo estaba atacada, era la primera vez desde lo de Sergio que iba a quedarme sola en casa y había pasado la noche del mochuelo, como ya venía siendo habitual. Durante aquellas noches de insomnio me gustaba a mirar a la niña mientras dormía, toquetear sus juguetes, oler su ropita, tener conversaciones imaginarias con ella de mayor... No se me hubiera ocurrido planchar, hacer la colada o adelantar cualquier tarea para el día siguiente en aquellas horas: aunque despierta, era tiempo de soñar.

Aquella mañana, después de dejar a la niña en la guardería y pasar por Mercadona, me puse a hacer los armarios altos de la cocina como tenía previsto. Estaba a punto de atacar el esquinero cuando oí llamar. De entrada, no hice caso. No esperaba a nadie y no tenía ganas de que me vendieran ningún ADSL, pero insistían, así que me bajé de la escalera y fui a abrir la puerta.

No estaba preparada. Di un grito y perdí el conocimiento.

Cuando volví en mi, me tranquilizó ver el techo de mi comedor tal y como lo vería si estuviera estirada en mi sofá. Miré a mi alrededor para comprobar que así era y pensé que todo había sido un sueño. Tal vez, me dije, había inhalado demasiado Cillit Bang. Pero no. En seguida vi las dos caras que tanto me habían asustado. Superada la primera impresión, me di cuenta de que lo que había causado de mi terror no era la fealdad de los rostros sinó más bien todo lo contrario: lo que más me inquietaba era no poder señalar exactamente en qué se diferenciaban de uno humano. Poseían figuras alargadas, rostros amables de grandes y dulces ojos, que combinaban los rasgos más característicos de las diferentes razas humanas. Olían a limpio, casi a bebé, sus voces eran amables y me sorprendió comprender su idioma desde el principio, porque era el mismo que el mío.

No perder la calma: tenía los armarios a medio hacer, la comida pendiente y una niña de tres años a la que recoger en su primer día de guardería. ¡Coño! ¡¿Qué hora era?! ¡no tenía ni idea de cuánto rato había estado inconsciente ¿Cómo es lo de las madres separadas, que no tenemos tiempo ni de asombrarnos?
Salté del sillón dispuesta a defendrme si trataban de interponerse en mi camino, y cual fue mi sorpresa al comprobar que no sólo no me molestaron, sinó que cuando llegué a la cocina la encontré inmaculada. Y no estoy hablando sólo de los altillos, no. Todos los rincones estaban impecables, os lo dice la madre de una intrépida criatura gateante ¡Se podía comer en ese suelo!¡Dios mío! si incluso habían puesto "Blanco de España " en las juntas de las baldosas y la campana... ¡la campana! ¡ estaba reluciente!

No entendía nada, pensé que a lo mejor lo habían hecho las criaturas, aunque me parecía una explicación muy rara porque ¿Cuántas probabilidades debe haber de que llamen a tu puerta un par de pseudo-humanos, bastante macizorros (en aquel momento yo ya me olía que me enfrentaba a extraterrestres), que esperan a que te recuperes de una leve indisposición mientras te dejan la cocina como los chorros del oro?

Las otras posibilidades eran que en realidad el Cillit Bang fuera más fuerte de lo que yo me creía o que estuviera teniendo una experiencia paranormal. Lo pensé unos minutos y me decanté por la última opción. De manera que ignoré a las criaturas y decidí que, seguramente, cuando creía estar desmayada había estado en realidad limpiando como una loca. Cosas más raras he hecho. Miré la hora, y como aún me faltaba un rato para ir a buscar a Laura, decidí echar una siesta. Con un poco de suerte, el mayordomo de Tenn se me aparecería en sueños y me levantaría con la casa reluciente.

Dormí como hacía tiempo que no dormía. Soñé que yacía en una playa muy grande, de arena fina y dorada. Alienígenas altos y delgados de grandes ojos me acariciaban el pelo y vigilaban mi sueño. Oía una música hermosa y extraña, me sentía flotar.

Cuando me desperté, las criaturas continuaban en mi comedor. Habían lavado las cortinas, y creí reconocer por el olor el caldo de cocido que hacía mi abuela cuando era pequeña. Imposible. Nunca había sido capaz de reproducir ese aroma aunque mi abuela me había explicado mil veces cómo hacerlo. Me lo había explicado a su manera, eso sí:

"Toas las comías se hasen igual (¿?) yo al cardo le pongo lo que encarta. Si se encarta que tengo un recortillo de jamón, pues se lo echo, o una mijilla de tosino... ¿ A ti no te gustan do o tre garbansillos con el cardo?". (No es que mi abuela fuera Makinavaja, es que era andaluza)

Con lágrimas en los ojos, miré en el mueble-bar. Desde que Sergio se marchó no había vuelto a comprar vino o cerveza, pero tenía una botella de Martini y una de Ginebra, del lote de Navidad o algo así.

Hicimos Dry Martinis y puse un disco de Astrud Gilberto del que ya ni me acordaba. Bebimos, bailamos y reímos, y me fui corriendo a buscar a la niña.

Me extrañó que Laurita no reaccionara ante las visitas. Siempre ha sido my tímida con los desconocidos. En parte es culpa mía, supongo que soy del tipo sobreprotectora. Con esto de la separación me he volcado demasiado en la niña y tal vez le esté arrebatando algo de su independencia egoístamente. Me siento fatal. Hacía un mes que debería dormir solita en su habitación. Creo que era yo la que temía dormir sola, estaba desoyendo los consejos del pediatra...

¿Qué coño estoy diciendo? Contenta debería estar de que se lo tomara tan bien... Al fin y al cabo, los niños aceptan las cosas con más facilidad que los adultos... ¡Como si nada, oye! Supongo que de alguna manera me gustaba que la niña sólo quisiera estar conmigo...

La dejé jugando, me puse algo más cómodo y entablé conversación con mis dos nuevos amigos: Naipe, el más joven y Peseta, el jefe de la misión.

Venían desde muy lejos para conocer y comprender mejor a las familias humanas, y habían elegido la mía para convivir, colaborar y aprender, si es que eran bien recibidos. No era una decisión fácil. Requería sopesar un sinfín de pros y contras, de dilemas morales que no me incluían sólo a mí: ¿tenía yo derecho a exponer a mi hija a un trauma o un peligro potencial semejante? ¿No podríamos ser, mi hija y yo, víctimas y cómplices de unos aliens que tuvieran planeado conquistar la Tierra? Incluso si no fuera así, ¿No podían Naipe y Peseta ser portadores de extraños virus que pusieran en peligro la vida de mi hijita?... Por otro lado ¿Tenía derecho a privarla de una experiencia de esta magnitud?

Me gustaría poder decir que me lo pensé dos veces, pero no fue así. Mirando atrás, la decisión simplemente fue tomada de forma natural. Se ganaron mi confianza, y en seguida me sentí como si siempre hubiesen estado allí... formaban parte de mi casa, de mi vida, de la vida de mi hija...

Y pasaron los días y los meses. Ya os lo he dicho, nos acostumbramos rapidísimo a la nueva convivencia. Tuve que reconocer lo que hasta entonces me esforzaba en negar: que la compañía de una niña de 2 años no es suficiente para una mujer adulta. Y poco estos seres y yo nos fuimos acercando y acercando.

El primero en dormir en mi cama fue Peseta. Apenas dos noches despues de su llegada. Mi hija dormía en su cama. Nunca más volvió a dormir conmigo. Aquella noche habíamos bebido. Yo les había explicado mi fracaso sentimental, me sentía sola. Le pedí que viniera a dormir conmigo. Estaba emocionado, yo también: Hacía tanto tiempo... me acerqué y le acaricié la cara de guapo. Cada vez me parecía más guapo. Me lancé a sus brazos ansiosa, desesperada. Flipó.

En unas semanas me había convertido en la esposa de los dos. Observábamos a la niña, nos preparábamos el café de la mañana los unos a los otros, hablábamos horas y horas durante todas las noches: de su mundo o del mío, hacíamos el amor sin respetar turnos ni reglas, jugábamos, escuchábamos música... Fuimos felices durante unos meses.

Sin embargo el equilibrio se rompía. Por razones obvias, ellos no podían salir, y yo, empecé a salir cada vez menos. La niña se ahogaba: de la guarde a casa. Yo no tenía ganas de llevarla al paque, o de excurión. La quería siempre conmigo, con nosotros. Porque quería mantener la ilusión de idilio del principio que ya no se aguantaba. La niña estaba rara. No hablaba casi, tenía celos de mis compañeros: los ignoraba completamente.

Yo empecé a aislarme, también por razones obvias. Mi vida estaba dentro de ese piso, no necesitaba nada, ni a nadie más ¡Todo lo contrario!. No veía ni a mi madre, ni a mis amigos. ¿Quién iba a entender lo que me pasaba? Los que me entendían ya vivían conmigo. Saqué a la niña de la guardería. Tenía miedo... ¿Cómo iba a dejar a nadie entrar en casa? Empezaron a acosarme, la primera, mi madre.
No lo sé seguro, pero creo que, en parte, lo que ha pasado es culpa suya.

Estaba planeando el viaje en secreto hacía tiempo. Aquella situación era insoportable, todos necesitábamos aire fresco. Además, ¿no es absurdo venir desde tan lejos para luego no salir de un piso de 70 m2? Quería que fuera una una sorpresa para celebrar el tercer cumpleaños de Laura, pero la cosa se precipitó. Un día, llamó Sergio. Quería ver a la niña ¡hacía tanto tiempo!. ¿Qué quieres que te diga? con tanto trajín yo ya me había olvidado hasta de que Laura tenía un padre. O un padre humano, por lo menos. Le fui dando largas hasta que me llamó con amenazas. Confieso que Sergio me sigue dando miedo, así que adelantamos el viaje una semana. Bautizamos la aventura: "Turismo Nocturno."


El destino de nuestro viaje era Isla, una pequeña población costera en la bahía de Laredo cerca de la cual mi padre tenía una minúscula pesquera. No era un sitio de moda, no había casas cerca y seguramente podríamos disfrutar del aire fresco y de la playa.


¡Hacía tanto tiempo que no conducía! Me sorprendí a mi misma, y a la vez, me sentí atractiva y poderosa alquilando la furgoneta. La niña estaba con Naipe y Peseta, me moría de ganas de dar una vuelta y pensé en visitar a mi madre, en despedirme de ella por un tiempo. ¡Maldita la hora!

Cuando volví a casa, Naipe y Peseta se habían ido. Sergio era el que estaba con mi hija, gritando, asustándola, acusándome de haberla dejado sola, insultándome... La niña lloraba. Yo también me puse nerviosa, también grité. Decía que iba a quitarme a la niña, y eso si que no, ¿entiendes? yo estaba en la entrada y cogí un paraguas, de esos grandes, con el mango de madera. Pensé que si le daba con todas mis fuerzas... Cogí impulso, pero me quitó el paraguas y me dio un bofetón. A todo esto, alguien había llamado a la policía, a una ambulancia y a mi madre y yo gritaba y llamaba a Naipe y a Peseta para que viniesen en mi ayuda ¿Dónde carajo se habían metido? La madre que los parió...Confusión. Dos tíos grandes que entran en mi casa. Que me separan de Laura a la fuerza. Forcejeo. La niña llora. Yo lloro aún más. Grito. La niña también grita. Pataleamos. Me meten en el ascensor a la fuerza. Me resisto como un gato. ¡Creo que me han roto un brazo , joder!¡Hijos de puta! Grito con toda mi alma ¡Te voy a matar, cabrón! La próxima vez... No sé, debo haberme dormido... No lo entiendo...


Me he despertado en un hospital, ya verás cuando mis amigos me saquen de aquí. Se van a enterar. ..¡Me las pagarán! ¡Cabroneeees!

miércoles, 7 de octubre de 2009